La integridad sin conocimiento es débil e inútil y el conocimiento sin integridad es peligroso y terrible. Samuel Johnson
En tiempos de polarización y ruido intelectual, la integridad humana se convierte en un valor escaso pero esencial. No basta con saber, ni con tener buenas intenciones: lo que define a una persona es la coherencia entre su pensamiento, su ética y su acción. Samuel Johnson, uno de los grandes moralistas de la literatura inglesa, lo expresó con una claridad que aún resuena en la cita que comentamos.
Integridad y conocimiento
Johnson establece aquí una doble advertencia. Por un lado, señala que la integridad —entendida como honradez, rectitud y coherencia moral— no basta si no se acompaña de conocimiento. Una persona bien intencionada pero ignorante puede ser fácilmente manipulada, o incluso causar daño sin quererlo. La virtud sin comprensión es vulnerable.
Por otro lado, alerta sobre el peligro del conocimiento sin integridad. El saber, cuando se divorcia de la ética, se convierte en una herramienta de poder que puede usarse para justificar abusos, manipular verdades o servir intereses oscuros. Así, el conocimiento no es neutro: su valor depende del uso que se le dé y ese uso está determinado por la integridad del sujeto que lo maneja.
La cita no propone una simple coexistencia entre saber y virtud, sino una interdependencia. La integridad necesita del conocimiento para ser eficaz y el conocimiento necesita de la integridad para ser legítimo. En una época donde la información abunda pero la ética escasea, esta reflexión de Johnson se vuelve especialmente pertinente.
Sobre Samuel Johnson
Nació el 18 de septiembre de 1709 en Lichfield (Inglaterra) y murió el 13 de diciembre de 1784 en Londres. Fue poeta, ensayista, crítico literario, biógrafo y lexicógrafo.
Su obra más célebre, A Dictionary of the English Language (1755), fue una hazaña intelectual que lo consagró como el gran lexicógrafo de su tiempo. Este diccionario no solo definía palabras, sino que incluía citas literarias y juicios morales, reflejo de su visión humanista.
Johnson vivió en condiciones económicas precarias durante gran parte de su vida, pero nunca dejó de escribir ni de pensar con profundidad. Fundó revistas como The Rambler y The Idler, donde publicó ensayos sobre literatura, moral y sociedad. Su estilo aforístico, su sentido común y su preocupación ética lo convirtieron en una figura central de la literatura inglesa del siglo XVIII.
Además, Johnson fue un conversador brillante, un anglicano devoto y un hombre compasivo. Acogía en su casa a personas necesitadas, incluso cuando él mismo apenas podía sostenerse. Su amistad con James Boswell dio lugar a La vida de Samuel Johnson, considerada una de las mejores biografías jamás escritas.
No fue un filósofo en el sentido académico, pero su pensamiento moral y su defensa de la integridad lo sitúan como referente ético. En él se unen erudición, humildad y firmeza de carácter. Su legado es humano: nos recuerda que el conocimiento debe estar al servicio de la verdad y que la verdad sin integridad es una forma de mentira.