Merecemos honradez

junio 2, 2025

En su día, hace ya casi un año, publicamos Honradez y honestidad, un artículo que les invitamos a leer. Desde entonces, en el ámbito de estas virtudes, nada ha cambiado a mejor, mientras el falso significado de honestidad sigue avasallando a la honradez en todos los sentidos.

Claro que quienes utilizan una palabra por otra son gentes como los López (Pachi y Óscar), la ministra de Educación (¡ojo!), el jefe de los oclócratas de la sentina y los innumerables periodistas a sueldo sectario pero oficial. O sea, los más ignorantes y menos honrados. Su honestidad me la trae al pairo.

Merecemos honradez, no honestidad

La honradez se refiere a la conducta ética, la integridad y la probidad en las acciones: actuar correctamente, cumplir con los compromisos, respetar los principios morales y rechazar cualquier forma de corrupción o abuso de poder. Es la virtud de quien no solo es digno de respeto, sino que demuestra, con hechos, ser recto y justo. Por su parte, la honestidad es otra cosa…

La necesidad de la honradez

En la España actual, la ciudadanía asiste con preocupación a la proliferación de casos en los que los gobernantes, lejos de ser ejemplo de honradez y probidad, se ven envueltos en sospechas fundadas de corrupción, ocultación de información relevante y falta de asunción de responsabilidades ante crisis o desastres. Cuando quienes ocupan cargos públicos muestran indicios claros de comportamientos delictivos, manipulan datos o se niegan a rendir cuentas sobre su gestión, el propio sentido del gobierno democrático se vacía de contenido.

Un gobierno sin principios, sin honradez ni probidad, deja de ser un instrumento al servicio del bien común para convertirse en una estructura que solo se justifica por el poder que detenta. En este contexto, la ciudadanía pierde la confianza en las instituciones y se instala la sensación de impunidad: nadie responde, nadie asume errores, nadie repara el daño causado. La honradez, entendida como conducta ética y recta, es el mínimo exigible a quienes gestionan lo público.

¿Para qué un gobierno sin principios?

La función pública, según los principios recogidos en documentos internacionales como el Informe Nolan, exige integridad, imparcialidad y honestidad (aún con el error que estamos tratando…) en la relación con la sociedad y en el uso de los recursos públicos. Cuando los gobernantes incumplen estos principios y se comportan como si estuvieran por encima de la ley, el Estado de Derecho se resiente y la democracia se debilita.

No se trata de una cuestión ideológica. La honradez y la probidad no son patrimonio de ninguna corriente política, sino exigencias universales para cualquier persona que asuma responsabilidades públicas. Cuando los ciudadanos perciben que los responsables políticos actúan sin ética, sin transparencia y sin rendir cuentas, surge la pregunta inevitable: ¿para qué queremos un gobierno sin principios?

Merecemos honradez. Conclusión

España merece gobernantes honrados y probos. No basta con la mera apariencia ni con discursos vacíos sobre transparencia. Es imprescindible que quienes ocupan cargos públicos sean ejemplo de integridad y actúen siempre guiados por la honradez, la probidad y el compromiso con el interés general. Solo así la política recuperará su sentido y la ciudadanía volverá a confiar en sus instituciones.

Ya sé, ya sé que con las bandas delictivas que campan por sus respetos en el Congreso de los Diputados, estoy siendo muy exigente. O utópico, pero merecemos honradez.

Honradez, no honestidad

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