Como indicamos en nuestro artículo preliminar de esta nueva sección Operación Plus Ultra, titulado Si antes se podía… en 1963, la Cadena SER puso en marcha la Operación Plus Ultra, una iniciativa que buscaba reconocer a niños de toda España por actos de generosidad, valentía o compromiso cívico.
Entre los 16 seleccionados aquel año estaba José Luis García, un niño de Madrid que no dudó en lanzarse al agua para salvar a un compañero que se estaba ahogando.
José Luis García, un niño
Tenía apenas 11 años cuando ocurrió. Era un niño madrileño, de barrio sencillo, con esa mezcla de timidez y determinación que solo se ve en quienes aún no saben que son valientes. El día del suceso, José Luis se encontraba con otros niños en una zona de baño —probablemente un río o una piscina pública, como era común en los veranos de los años sesenta— cuando vio que uno de sus compañeros se hundía sin poder salir a flote.
El gesto
No había socorristas. Tampoco adultos cerca. Sin tiempo para pedir ayuda. José Luis se lanzó al agua sin pensarlo. Nadó hacia él, lo sostuvo como pudo y lo arrastró hasta la orilla. El otro niño estaba inconsciente. José Luis gritó, pidió auxilio y logró que lo atendieran. El compañero sobrevivió.
De la acción al reconocimiento
Ese gesto —sin testigos oficiales, sin cámaras, sin protocolo— fue recogido por el programa Todo para los chicos de Joaquín Peláez, que seleccionaba a niños de toda España por actos de generosidad, coraje o entrega. Así fue como José Luis García se convirtió en uno de los 16 niños que, en 1963, recorrieron el país en la Operación Plus Ultra, una travesía que los llevó por aeropuertos, radios, fábricas, y hasta al Vaticano en ediciones posteriores.
Lo esencial permanece
Pero lo esencial no fue el viaje. Lo esencial fue el gesto. Un niño de 11 años que, ante el peligro, eligió el otro. Que se arrojó al agua. Que sostuvo una vida. Y que no pidió nada a cambio.
Hoy, al recordarlo, no hablamos de un héroe infantil, sino de una conciencia precoz. De un cuerpo que se movió antes que el miedo. De una infancia que no fue pasiva, sino activa. José Luis García no fue premiado por ser obediente, ni por ser brillante, ni por ser ejemplar en abstracto. Fue premiado por salvar a otro. Y eso, en cualquier época, merece ser contado.
José Luis García. Lo que no se sabe también importa
De José Luis García no se ha sabido más. Su gesto quedó registrado, su nombre pronunciado, su presencia celebrada. Luego, el silencio. No hay entrevistas, ni homenajes posteriores, ni rastros públicos. Y quizá eso diga más que cualquier biografía: que hay vidas que no buscan foco, que hay gestos que no necesitan repetirse para permanecer.
José Luis volvió a su barrio, a sus días, a su anonimato. Pero su acto —salvar a otro niño— sigue siendo una luz encendida en la memoria de lo justo.