Exordio
Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán español, pero si lo pensamos un poco, quizás nos demos cuenta de que algo falla… ¿Lo vemos?
Nunca es tarde si la dicha es buena. Origen y significado
La palabra dicha proviene del latín dicta, cosas dichas, plural neutro de dictum, con el sentido de fatum, suerte, destino, en lenguaje vulgar, según la creencia pagana de que la suerte individual se debía a las palabras pronunciadas por los dioses al nacer el niño.
Al examinar el refrán, nos encontramos con una curiosa redundancia. La palabra dicha ya significa felicidad o buena fortuna. Según el diccionario oficial, dicha tiene tres acepciones:
- Felicidad. Son sinónimos: júbilo, regocijo, alegría, ventura, placer, gusto, y contento. El antónimo es tristeza.
- Suerte feliz. Sinónimos: fortuna y ventura. Antónimos: desdicha y desgracia.
- Ladrido de un perro en persecución de una res.
Dejando al margen la última, vemos que la dicha es, por definición, algo positivo. Entonces ¿por qué añadir si es buena? Quizás la adición fuera un intento de enfatizar la positividad de la situación, reforzando la idea de que la espera vale la pena. Otra opción es que se produjese una alteración en su transmisión oral e, incluso, podemos pensar que el pleonasmo fuera voluntario de origen, como un recurso estilístico común en el lenguaje, aunque esto parece más improbable.
Dicha buena. Alternativas
A pesar de sus imperfecciones, el refrán persiste en el uso cotidiano. Su valor parece residir más en su función de consuelo y esperanza que en su precisión semántica. Ofrece confort a quienes esperan tiempos mejores y ayuda a racionalizar períodos difíciles una vez superados. Sí, pero ¿hay alternativas?
Es posible -y plausible- que la primera formulación del refrán fuera más acorde, o sea: nunca es tarde si la dicha llega, porque si llega o no es algo eventual, pero la bondad de la dicha es innata. No obstante, el refrán está suficientemente asentado en nuestro bagaje cultural y, pese a la tautología, se comprende perfectamente el sentido y su significado.
En hablarydecir, en este caso, solo hacemos ver el hecho sin pretender ninguna modificación.
Corolario
Este análisis nos permite reflexionar sobre cómo el lenguaje cotidiano, incluso cuando no es lógico, transmite valores culturales profundamente arraigados. Nos recuerda que la experiencia humana de esperar y anhelar la felicidad es universal, y que las palabras que usamos para describir esta experiencia pueden ser tan imperfectas y complejas como la experiencia misma.
En última instancia, el refrán nos desafía a considerar nuestra relación con el tiempo y la felicidad, y cómo valoramos ambos en nuestras vidas. Quizás su verdadero valor no esté en su lógica, sino en su capacidad para provocar estas reflexiones y ofrecer consuelo en los momentos de espera e incertidumbre.