La Gomera conserva un topónimo de origen prehispánico que ya aparece en las crónicas de Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle a comienzos del siglo XV. El hecho de que los conquistadores castellanos lo mantuvieran en la documentación oficial indica que se trataba de un nombre arraigado en la isla antes de su incorporación al Reino de Castilla.
Gomera. Raíces bereberes
La hipótesis más aceptada vincula el término con la lengua bereber de los antiguos pobladores canarios. La isla estaba habitada por comunidades organizadas en cantones como Mulagua, Hipalan, Orone y Agana, cuya lengua mostraba parentesco con el bereber norteafricano.
En ese contexto, Gomera podría derivar de voces que significan altura o cumbre, coherentes con la abrupta geografía insular. Otra posibilidad es la relación con el clan Ghomara del Rif marroquí, lo que sugeriría un vínculo migratorio o cultural entre ambas orillas.
La conquista y la fijación del nombre
Aunque nominalmente conquistada en 1404, la isla mantuvo conflictos hasta bien entrado el siglo XV. Hernán Peraza el Viejo, primer señor feudal hacia 1445, fundó San Sebastián de La Gomera y consolidó el uso del topónimo en la administración castellana. Así, el término indígena se convirtió en gentilicio y símbolo de pertenencia, sin perder su resonancia originaria.
Identidad y permanencia
La conservación del nombre es excepcional en Canarias, donde otros topónimos fueron alterados o sustituidos. La Gomera se convirtió en emblema de identidad cultural y en testimonio de la persistencia de las lengua bereber en la toponimia atlántica. Su permanencia revela la fuerza de la tradición local y la importancia de la isla como enclave cultural y lingüístico.
La Gomera. Conclusión
Así pues, el nombre de La Gomera no es un artificio castellano ni un invento moderno: es la continuidad de una voz indígena que sobrevivió a la conquista y que hoy sigue siendo símbolo de identidad y de registro histórico.




