Las amígdalas han sido protagonistas de muchas historias clínicas. Durante años se extrajeron casi por rutina, pero hoy su papel se reconsidera. ¿Qué función cumplen realmente? ¿Por qué antes se quitaban sin dudar y ahora se preservan?
¿Para qué sirven las amígdalas?
Amígdalas. Función biológica
Son órganos linfoides situados en la parte posterior de la garganta. Forman parte del sistema inmunológico y actúan como primera línea de defensa frente a patógenos que entran por la boca o la nariz. Detectan virus y bacterias, activan células inmunitarias y contribuyen a la producción de anticuerpos. Su papel es especialmente relevante durante la infancia, cuando el sistema inmunitario aún está en desarrollo.
Motivos de su extracción
Durante décadas, la amigdalectomía —la extirpación quirúrgica de las amígdalas— fue una práctica común ante infecciones recurrentes, especialmente en niños. Se consideraba una solución preventiva frente a faringitis, amigdalitis o abscesos. En muchos casos, se realizaba incluso ante síntomas leves o por criterios de frecuencia, sin valorar el impacto inmunológico.
Cambio de criterio
Hoy se sabe que las amígdalas cumplen una función inmunitaria importante, especialmente en los primeros años de vida. La medicina actual prioriza tratamientos conservadores y reserva la cirugía para casos graves o persistentes que afectan la respiración, la alimentación o la calidad de vida. El cambio no responde a una moda, sino a una mejor comprensión del equilibrio entre riesgo quirúrgico y beneficio inmunológico.
Amígdalas. Conclusión
Las amígdalas no son órganos inútiles ni vestigiales. Su papel en la defensa del organismo es claro, aunque limitado a una etapa concreta del desarrollo. La decisión de extirparlas debe basarse en criterios clínicos sólidos, no en costumbre ni en simplificación. La medicina ha dejado atrás la lógica de quitar por si acaso y ha recuperado el principio de preservar cuando es posible.