La variación gráfica en topónimos y apellidos refleja la evolución histórica de la lengua y la fijación desigual de la ortografía. Este fenómeno puede observarse con claridad en determinados apellidos cuya escritura presenta divergencias y servirá de ejemplo para explicarlo.
La raíz de la variación
La coexistencia de formas como Valbuena y Balbuena hunde sus raíces en la historia del castellano. Durante la Edad Media y buena parte del Siglo de Oro, la lengua distinguía fonéticamente entre la /b/ bilabial y la /v/ fricativa labiodental. Esa diferencia se reflejaba en la escritura, de modo que la elección de una u otra grafía respondía a un criterio fonético real. Con el paso del tiempo, la pronunciación se neutralizó en español peninsular, pero la escritura conservó las huellas de aquella distinción.
Variantes gráficas. Etimología y usos
En los siglos medievales y renacentistas no existía una ortografía unificada. Los escribanos, impresores y cronistas alternaban la grafía según tradición, etimología latina o incluso preferencias estéticas. Así, un mismo apellido podía aparecer con b en un documento y con v en otro, sin que ello supusiera error. La variación era parte del paisaje gráfico de la época.
La elección de b o v no era solo cuestión de sonido. Muchas veces se buscaba reflejar la raíz latina: valle, vita, virtus. En otros casos, la adaptación al uso popular imponía la simplificación hacia la b. De ahí que convivan formas como Balbuena, vinculada a la etimología de balbus (tartamudo) y Valbuena, reinterpretada como valle bueno. La escritura se convirtió en un campo de negociación entre la erudición y la oralidad.
La fijación académica y sus límites
La Real Academia Española, fundada en el siglo XVIII, estableció reglas ortográficas que buscaban uniformidad. Sin embargo, los apellidos y topónimos ya estaban fijados en la tradición documental y familiar.
Cada variante quedó congelada en la forma que se usaba en el momento, sin que la norma posterior pudiera imponer una corrección. Por eso hoy encontramos ramas familiares con Balbuena y localidades con Valbuena, ambas legítimas y reconocidas.
Identidad y variantes gráficas
La grafía de un apellido o de un topónimo no es solo un signo lingüístico: es también una marca de identidad. Las familias preservan la forma heredada como símbolo de continuidad y las instituciones locales mantienen la variante oficial como parte de su memoria histórica.
La coexistencia de formas no es un error, sino un testimonio de la evolución de la lengua y de la pluralidad cultural que se refleja en la escritura.
Conclusión
La convivencia de variantes ortográficas antiguas y modernas en apellidos y topónimos es el resultado de un proceso complejo: primero la diversidad fonética, luego la fluctuación gráfica, más tarde la neutralización del sonido y finalmente la fijación desigual de la escritura.
Lo que hoy vemos como duplicidad es, en realidad, una ventana abierta al pasado de la lengua y a la manera en que las comunidades han decidido conservar su identidad en las letras.
¿Duda razonable (o no)? ¡Duda resuelta!




