Continuamos nuestra refranero con uno que puede desconcertar por su aparente contradicción.
Lo bien ganado se lo lleva el diablo, lo malo, a ello y a su amo pertenece a esa tradición de sentencias populares que, más que ofrecer consuelo, invitan a la reflexión sobre la fragilidad de los bienes y la justicia de las acciones. Su aparente contradicción —que lo justo se pierda y lo injusto arrastre al culpable— encierra una visión amarga pero lúcida de la vida.
Lo bien ganado. Azar y castigo
La primera parte del refrán sugiere que incluso lo obtenido con esfuerzo y rectitud puede desvanecerse por los caprichos del destino. No hay garantía absoluta de permanencia y la fortuna, como tantas veces se repite en la literatura del Siglo de Oro, es voluble.
La segunda parte, en cambio, introduce un elemento moral: lo mal adquirido no solo se pierde, sino que acarrea la ruina de quien lo obtuvo. Aquí el diablo actúa como símbolo del castigo inevitable.
El origen
La huella más antigua del dicho se encuentra en los grandes repertorios del siglo XVI. Hernán Núñez, conocido como el Comendador Griego, lo recoge en su célebre Refranes o proverbios en romance con la forma: Piérdese lo bien ganado, y lo malo, ello y su amo. Poco después, Lope de Rueda lo cita en sus obras teatrales, lo que demuestra que ya circulaba en la oralidad popular.
Con el tiempo, la figura del diablo se incorporó como agente del castigo, reforzando la dimensión religiosa y moralizante propia de la época. En el siglo XVIII, autores como Iriarte lo transmiten en la versión más conocida, la que ha llegado hasta nosotros. El refrán, por tanto, no es invención aislada, sino fruto de una tradición que mezcla azar, justicia y religión en fórmulas breves y contundentes.
Lo bien ganado. Ecuanimidad
El refrán no se limita a advertir contra el robo o la corrupción; también recuerda que la vida es incierta y que la seguridad material nunca es completa. La ecuanimidad consiste en aceptar que tanto lo justo como lo injusto pueden desaparecer, aunque con consecuencias distintas: lo primero por azar, lo segundo por justicia. Esa doble enseñanza convierte al dicho en un espejo de la experiencia humana, donde la pérdida es común pero la culpa marca la diferencia.




