Exordio
No se asusten, que no pasa nada porque, parafraseando a Siniestro Total, no nos va mal… ¿Recuerdan los más veteranos esa canción titulada ¿Qué tal, homosexual? Sí, esa que hoy sería impensable pese a la ideología funesta del grupo ese… Pues hoy en España, tampoco nos va mal por mucho que nos sujeten por la solapa y por otros sitios. Si ponemos cualquier telediario tampoco parece que nos vaya mal aunque el sátrapa de la plutocracia, el jefe del albañal nos siga tratando como a lerdos inmisericordes con sus juegos trileros que solo engañan a quienes viven de lo robado y los sufrimos todos.
Y no, no pasa nada… nuevo, pero sí, nos encomendamos a nuestra madre común y también a la propia. ¡Madre mía, qué país!
¡Madre mía! Raíces
La frase, tan común en español, tiene sus orígenes en la devoción religiosa, en la invocación a la Virgen María. Con el tiempo, se ha secularizado, pero se sigue manteniendo su esencia, convirtiéndose en un reflejo de la importancia cultural de la figura materna en las sociedades hispanohablantes.
¿Y por qué no ¡padre mío!?
La preferencia por madre sobre padre en estas expresiones puede explicarse por la tendencia a asociar a las madres con el consuelo emocional y la protección inmediata. No es que los padres no sean importantes, pero tradicionalmente han sido las madres quienes han ocupado el rol de primer recurso emocional en momentos de estrés o sorpresa.
Lingüísticamente, la frase ¡Ay, madre mía! tiene una sonoridad y un ritmo que la hacen particularmente efectiva como interjección. Prueben a decir ¡Ay, padre mío! en voz alta; suena más a que acaba de romper algo del padre que a una exclamación de sorpresa. Pero esto se cambia con el uso continuado.
Además, esta expresión refleja una tendencia cultural más amplia en el mundo hispano, donde la figura materna ocupa un lugar central en la familia y en la sociedad. La madre no es solo un progenitor, sino un símbolo de refugio, comprensión y amor incondicional. Es la persona a la que acudimos cuando el mundo se vuelve demasiado complicado, incluso si solo es figuradamente a través de una exclamación.
¡Madre mía! Corolario
Cuando exclamamos ¡Ay, madre mía!, estamos haciendo mucho más que expresar sorpresa o angustia. Estamos invocando siglos de tradición cultural, reflejando estructuras familiares arraigadas y, quizás, buscando inconscientemente ese consuelo maternal que todos, en el fondo, anhelamos.
¡Madre mía! ¿De verdad nos merecemos aguantar que los tiranos delincuentes nos obliguen a soportarles y a callar? En hablarydecir no lo haremos, ni les soportamos ni les acatamos ni, mucho menos, callaremos.