Exordio
Pese al culto que en hablarydecir profesamos hacia las palabras, es claro que lo importante, en la práctica, no son ellas sino los conceptos que representan. ¿Es suficiente con cambiar un término para acabar con un concepto? Creemos que no, que mientras no se llegue hasta la raíz, y se modifique, los cambios estéticos no proporcionan nada. Por eso somos radicales, porque pretendemos ir siempre a la raíz de las cosas.
¿Por qué decimos esto? ¿Por qué pretendemos rescatar esta palabra del olvido? Porque ya hace tiempo que no hay manicomios, mientras las enfermedades mentales no paran de crecer, en cantidad y en calidad.
Manicomio. Etimología y significado
La palabra manicomio es un cultismo que viene del griego mania (locura) y komion (lugar donde cuidan). Es decir, significa lugar donde cuidan a los locos. La palabra manía se caracteriza por denotar un estado de agitación intensa y furor. Proviene del término griego μανία (manía), que está vinculado con la raíz indoeuropea men-, que se asocia con el concepto de pensar.
Como suele ser habitual, la Real Academia Española es muy concisa al trasladar el significado de la palabra. Se limita a decir que es un hospital para locos, sin ninguna precisión.
Y es aquí donde nos topamos con una incongruencia: el término loco o locura está vetado en el lenguaje común (ya saben que ahora lo que mola son los eufemismos que ocultan las realidades) pero está en auge cuando se utiliza en sentido figurado: estoy loco por ti, ¡qué locura de calor!, pretender echar a Sánchez es una locura,… Y esta situación artificial y provocada nos lleva a problemas.
Usos y desusos de manicomio
Los manicomios, también conocidos como hospitales psiquiátricos, sanatorios mentales, asilos para dementes, han ido cambiando de nombre a lo largo de la historia, muchas veces debido a la mala fama que los acompañaba. Durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, los manicomios eran instituciones psiquiátricas donde se internaba a personas que sufrían de enfermedades mentales o trastornos psiquiátricos. Sin embargo, los manicomios no eran lugares seguros ni humanitarios para los pacientes, ya que las condiciones en que vivían eran espantosas. Afortunadamente, en la actualidad, los manicomios han sido clausurados y reemplazados por clínicas y hospitales psiquiátricos modernos y humanitarios.
¿Curaban los manicomios de antaño? No, casi nunca. ¿Curan las clínicas psiquiátricas de la actualidad? Pues lo mismo, casi nunca. ¿Por qué? Porque no se va nunca a la raíz del problema. Porque si se llegase a esa raíz, estaría claro que muchas de las enfermedades mentales son causadas por tipos de vida y ciertos consumos, sin olvidar, desde luego, de algunas imposiciones, sobre todo ideoilógicas, provenientes de las altas esferas, políticas y no.
Manicomios en cine y literatura
En la literatura, los manicomios han sido escenario de diversas obras. Por ejemplo, la poeta austríaca Christine Lavant escribió Notas desde un manicomio basándose en sus experiencias mientras estaba internada en el hospital psiquiátrico de Klagenfurt. Otra obra notable es Cien locos conocí, una novela de Fernando Arnaiz que transcurre en un manicomio, asó como Poemas del manicomio de Mondragón, de Leopoldo María Panero.
En el cine, los manicomios han sido el escenario de varias películas. Por ejemplo, Alguien voló sobre el nido del cuco es una película basada en la novela de Ken Kesey, que la escribió basándose en sus experiencias mientras trabajaba en el Hospital de Veteranos de Menlo Park. Otra película notable es Manicomio, dirigida por Luis María Delgado y Fernando Fernán Gómez, y es una comedia que adapta cuatro relatos distintos.
En música, Manicomio es una canción del puertorriqueño Cosculluela, con quien tenemos una especial afinidad.
Corolario
Entendemos que la palabra manicomio ha sido injustamente defenestrada y sustituida por eufemismos recurrentes con el fin de atajar el problema de las enfermedades mentales. Nada más lejos de la realidad, en mi opinión profana, porque como ya se ha dicho o nos enfrentamos a las causas, al origen, o el fracaso está asegurado. Eso sí, con un vocablo descafeinado y tan poco ofensivo como el anterior. Las palabras no ofenden, lo que ofende es que no se quieran atajar los problemas desde sus cimientos.
Y no es mala idea, creo, recordar que muchas de las enfermedades mentales que estamos sufriendo en general, son consecuencia directa de la imposibilidad de emanciparse los jóvenes, de la barbaridad de los precios de las viviendas, de la carencia real de puestos de trabajo adecuados, de la imposición de las teorías de la inmediatez, de la abolición de conceptos como esfuerzo y responsabilidad, de la relajación ética y moral, de la confusión provocada sobre la sexualidad a los niños,… En fin, de todo lo que promueven esos que se autodenominan como progresistas.