En el siglo XVI, cuando la empresa americana se escribía con nombres de varones y gestas militares, una mujer extremeña desafió el canon y encabezó una expedición que hoy es símbolo de resistencia civil y liderazgo femenino.
Mencía Calderón y Ocampo, nacida hacia 1514 en Medellín o Aldeadávila de la Ribera, se convirtió en figura singular de la conquista del Río de la Plata, no por las armas, sino por la tenacidad y el mando en circunstancias extremas.
Mencía Calderón. Viuda de un adelantado, líder de una travesía
Casada en 1535 con Juan de Sanabria, noble trujillano nombrado adelantado del Río de la Plata por Carlos V, Mencía quedó viuda en Sevilla en 1549, poco antes de que su esposo pudiera embarcarse hacia América.
En lugar de abandonar el proyecto, asumió el liderazgo de la expedición que debía poblar las tierras del Paraguay. Lo hizo acompañada por más de medio centenar de mujeres hidalgas, muchas de ellas prometidas a colonos ya establecidos, y por un grupo de soldados y clérigos. La travesía, lejos de ser lineal, se convirtió en una odisea marcada por naufragios, cautiverios y marchas forzadas.
Santa Catalina: cautiverio y resistencia
La flota que partió de Sanlúcar de Barrameda sufrió graves contratiempos. Tras perder embarcaciones y provisiones, los supervivientes llegaron a la isla de Santa Catalina, en la costa brasileña, entonces bajo dominio portugués. Allí permanecieron varios años, en condiciones precarias y bajo vigilancia hostil.
Mencía Calderón mantuvo la cohesión del grupo, organizó la vida cotidiana y resistió presiones para abandonar la misión. Su autoridad fue reconocida incluso por los hombres de armas, en un contexto donde el mando femenino era excepcional.
Mencía Calderón. Marcha hacia Asunción
En 1555, tras años de espera y negociaciones, Mencía logró organizar una marcha terrestre desde Santa Catalina hasta Asunción, atravesando selvas, ríos y territorios indígenas. La expedición, que incluía mujeres, niños y religiosos, recorrió más de mil kilómetros en condiciones extremas.
Al llegar a Asunción, se encontró con el gobernador Domingo Martínez de Irala, quien había asumido el poder tras la muerte de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Aunque Irala intentó minimizar su papel, la presencia de Mencía y las mujeres que la acompañaban fue decisiva para consolidar la población española en la región.
Lo civil y lo simbólico
Mencía Calderón no fundó ciudades ni ganó batallas, pero su gesta representa una dimensión civilizadora de la empresa americana. Su liderazgo femenino, su capacidad de organización en medio del caos y su defensa de los vínculos familiares y sociales la convierten en figura editorialmente poderosa.
En el mundo de adelantados, conquistadores y cronistas varones, Mencía encarnó la resistencia desde lo doméstico, lo logístico y lo humano.
Murió hacia 1593 en Santa Cruz de la Sierra, en la actual Bolivia, tras décadas de vida en las tierras del Alto Perú. Su memoria, apenas recogida por los cronistas oficiales, ha sido reivindicada por historiadores contemporáneos como ejemplo de protagonismo femenino en la América colonial.