Orden del amor en el pensamiento cristiano
El concepto de Ordo amoris, traducido como orden del amor, tiene su origen en el pensamiento de San Agustín y se refiere a la jerarquía adecuada en el amor hacia las personas, las cosas y Dios.
Para Agustín, una vida justa y virtuosa depende de amar cada cosa en su justa medida, sin desordenar las prioridades del corazón. Este principio se basa en los dos mandamientos fundamentales de la caridad: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Según él, el amor bien ordenado es la esencia de la virtud, ya que permite vivir conforme al propósito divino.
El Ordo amoris establece una jerarquía en la que Dios ocupa el lugar supremo (supra nos), seguido por el prójimo (iuxta nos) y, finalmente, las cosas materiales (infra nos). Este orden no solo organiza las relaciones humanas, sino que también orienta a cada individuo hacia su destino último: amar a Dios como bien supremo. En este marco, amar adecuadamente significa no solo reconocer el valor intrínseco de cada cosa o persona, sino también actuar conforme a ese reconocimiento.
Santo Tomás de Aquino amplió esta idea al señalar que las circunstancias concretas pueden modificar nuestras obligaciones dentro de este orden. Por ejemplo, aunque todos los hombres deben ser amados por igual en dignidad, es legítimo priorizar a quienes están más cerca de nosotros por vínculos familiares o sociales, siempre que esto no implique injusticia hacia otros.
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Ordo amoris y la vida moral
En el siglo XX, Max Scheler retomó el concepto desde una perspectiva fenomenológica y lo vinculó con la jerarquía de valores. Para él, el Ordo amoris es tanto un orden objetivo de valores como una disposición subjetiva del individuo que guía sus elecciones y acciones. Este enfoque resalta cómo el amor configura la vida moral y espiritual del ser humano.
En síntesis, el Ordo amoris es un principio ético y espiritual que busca armonizar la vida humana mediante un amor justo y ordenado, orientado hacia Dios como fuente última de sentido.
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