Tras la muerte de Juan de Iriarte en 1771, la silla Z de la RAE pasó a manos de Pedro de Silva, protagonista del nuevo capítulo en nuestra serie Académicos históricos.
Pedro de Silva. Nobleza, vocación y servicio
Nacido en Madrid en 1742, Pedro de Silva y Sarmiento de Alagón fue una figura representativa del espíritu ilustrado español.
De ascendencia noble, ostentó el título de caballero comendador de Eljas en la Orden de Alcántara, una dignidad que implicaba autoridad sobre una encomienda territorial en la sierra de Gata, al noroeste de Cáceres. La Orden de Alcántara, fundada en el siglo XII como milicia religiosa para la defensa de la frontera cristiana, otorgaba a sus comendadores no solo prestigio nobiliario, sino también funciones administrativas, judiciales y económicas sobre los territorios asignados. Así, Eljas era una encomienda con propiedades, rentas y jurisdicción propia, y su gestión requería tanto formación militar como capacidad de gobierno.
Silva, además de ejercer como mariscal de campo en los reales ejércitos, canalizó su vocación intelectual hacia cargos de relevancia cultural, como el de bibliotecario mayor del rey, desde donde impulsó la conservación y difusión del patrimonio manuscrito. Su perfil encarna la síntesis ilustrada entre nobleza, servicio institucional y compromiso con el saber.
Trayectoria académica
Su actividad intelectual se plasmó en tareas concretas de edición, traducción y conservación. Como albacea del erudito Tomás Antonio Sánchez, custodió y donó a la Real Academia Española el valioso manuscrito del Libro de buen amor del arcipreste de Hita, conocido como códice Gayoso. Este gesto no solo enriqueció el patrimonio académico, sino que permitió una edición facsimilar del texto en 1974, siglos después de su entrega.
Su labor como traductor y editor se inscribe en el esfuerzo ilustrado por sistematizar y difundir el conocimiento. Participó activamente en la revisión y edición de varias versiones del Diccionario de la lengua española: las de 1780, 1783, 1791 y 1803. Esta continuidad editorial demuestra su compromiso con la depuración y mejora de la norma lingüística, en un momento en que la lengua se concebía como instrumento de unidad y progreso.
RAE. Dirección y símbolo
Pedro de Silva fue nombrado académico de número en 1771, ocupando la silla Z. En 1802, tras el fallecimiento de su hermano José Bazán de Silva y Sarmiento —también director de la RAE—, asumió la dirección de la institución. Ocupó el cargo hasta su muerte en 1808, en plena convulsión política por la invasión napoleónica.
Su mandato se caracterizó por la continuidad en la labor lexicográfica y por el fortalecimiento institucional de la Academia. Bajo su dirección se publicó la edición de 1803 del Diccionario, consolidando el trabajo iniciado por su hermano. Además, su papel como director coincidió con su participación en la Junta Suprema Central, donde representó a Madrid en los primeros meses de la resistencia contra la ocupación francesa.
Pedro de Silva encarna una figura de transición: entre la nobleza cortesana y el intelectual ilustrado, entre el militar y el académico, entre el custodio del pasado y el reformador del lenguaje. Su legado en la RAE no se limita a la dirección formal, sino que se proyecta en la consolidación de una institución que comenzaba a definirse como garante del idioma y de la cultura nacional.