La palabra prolijo es un ejemplo perfecto de cómo el español puede bifurcarse semánticamente sin perder su raíz común.
En Argentina, ser prolijo es virtud. En España, en cambio, el término roza la crítica. Esta divergencia no es caprichosa, sino evolución contextual. Las tres acepciones que vamos a ver figuran en el Diccionario de la Real Academia Española, pero su activación depende del territorio, del tono y del interlocutor.
| Aspecto | Argentina | España |
|---|---|---|
| Significado | Esmerado, cuidadoso, ordenado en el hacer o el decir | Excesivamente extenso, detallado hasta lo molesto; también impertinente o pesado |
| Ejemplo | Es muy prolijo en sus informes, todo impecable | El discurso fue tan prolijo que acabó aburriendo |
| Etimología | Del latín prolixus: largo, extendido. En Argentina, el sentido se desplazó hacia lo meticuloso y bien hecho | Del latín prolixus: largo, extendido. Conserva el sentido original de exceso o pesadez |
| Sinónimos | Cuidadoso, atildado | Extenso, pesado |
| Curiosidad | En el habla argentina, prolijo es casi un elogio profesional: orden, limpieza, detalle | En España, decir que alguien es prolijo puede sonar a crítica encubierta |
No es una palabra contradictoria, sino plural. Su polisemia revela cómo el español no solo nombra, sino que valora.
Lo que en el hemisferio sur se celebra, en el norte puede incomodar. Y sin embargo, ambas lecturas conviven en el DRAE, como capas de una lengua que no impone, sino que negocia sentidos. En esa negociación está su riqueza.




