¿Qué fue el bustrófedon?
Antes de que la escritura se volviera lineal, uniforme y predecible, hubo un tiempo en que las letras serpenteaban como bueyes en el campo. Ese estilo se llamó bustrófedon, del griego boustrophēdón: bous (buey) + strophē (giro). Textualmente, como gira el buey al arar. Y eso hacían los escribas: trazaban una línea de izquierda a derecha, la siguiente de derecha a izquierda y así sucesivamente, como surcos en la tierra.
Bustrófedon. ¿Dónde se usó?
- En inscripciones arcaicas griegas, especialmente en piedra.
- En textos hititas y etruscos.
- En la escritura Rongo Rongo de la isla de Pascua, con una variante inversa: cada línea se gira 180 °.
- En leyes como las de Gortina (Creta), siglo V a. C., donde el zigzag legal tenía su propia solemnidad.
¿Cómo se escribe?
La Real Academia Española admite tres formas válidas: bustrófedon, bustrofedón y bustrofedon.
Esta triple variante refleja la evolución fonética y gráfica del término desde el griego (boustrophēdón) al latín (bustrophedon) y luego al español. La forma esdrújula bustrófedon es hoy la preferida, fruto de la tendencia a acentuar como esdrújulas muchas voces cultas. Las otras dos —una llana y otra grave— conservan la fidelidad etimológica.
¿Por qué escribir así?
- Para ahorrar esfuerzo visual: no había que volver al inicio de la línea, solo seguir el flujo.
- Para facilitar la lectura continua en soportes duros como piedra o madera.
- Porque aún no se había fijado una dirección dominante en la escritura.
¿Y cómo se leía?
Con atención. En las líneas de derecha a izquierda, las letras se escribían invertidas, como en un espejo. El lector debía adaptarse al cambio de orientación, lo que exigía una flexibilidad cognitiva notable. Era una lectura que implicaba el cuerpo, la mirada y el ritmo.
Para entenderlo mejor: imagine leer una frase normal de izquierda a derecha y justo debajo, otra en la que no solo debe leer de derecha a izquierda, sino que cada letra está girada horizontalmente. Como si al terminar una línea tuvieras que girar el libro o tu cabeza para seguir. No es solo cambiar de dirección, sino también de forma. El ojo debía aprender a decodificar el trazo invertido y la mente a mantener el hilo sin perder el sentido. Era un ejercicio de lectura activa, casi físico.
Bustrófedon. ¿Qué nos dice hoy?
El bustrófedon no es solo una rareza paleográfica. Es una metáfora del pensamiento que no se deja domesticar. Nos recuerda que la escritura no siempre fue lineal, ni obediente, ni unidireccional. Que hubo un tiempo en que leer era seguir el surco, no la norma.
En una época de protocolos rígidos y discursos prefabricados, el bustrófedon nos invita a pensar en zigzag. A girar cuando toca. A no temer el cambio de dirección.