Exordio
¿Alguna vez se han preguntado de dónde viene la palabra seminario? Los muy veteranos, como servidor, recordamos que en su día solo se utilizaba como la universidad de los sacerdotes (aunque también podríamos semillero de prebostes del PSOE, e intuimos la causa). Ya en las postrimerías del siglo XX comenzó a popularizarse otro uso.
Seminario. Etimología y significado
Proviene del latín seminarius, que significa lugar de siembra de saberes. Está relacionado con la palabra latina para semilla, que es semen, y el sufijo -arium, que indica un lugar para que las cosas vivan o crezcan.
En el contexto religioso, un seminario es un lugar donde se forman los futuros sacerdotes católicos. En el ámbito académico, un seminario es una reunión en la que se discute un tema principal, permitiendo la interacción activa de los participantes para profundizar en el tema. También puede referirse a un semillero de vegetales o un lugar donde se cultivan plantas.
Los seminarios son, pues, comunes en contextos académicos y profesionales y se utilizan para la capacitación y el aprendizaje, fomentando el intercambio de conocimientos y el desarrollo de habilidades de investigación. Además, permiten a los participantes profundizar en temas específicos mediante el trabajo en común.
Seminario y salidas de tono
Atención, no se asusten, que esta bala ya la esquivamos. Durante el siglo XX, especialmente en las décadas de los 70 y 80, el feminismo en España ganó fuerza y visibilidad. De ahí surgió una propuesta singular: cambiar el término seminario por feminario para referirse a reuniones o seminarios compuestos exclusivamente por mujeres. La idea era destacar la presencia y la voz de las mujeres en estos espacios, diferenciándolos de los seminarios tradicionales que históricamente habían sido dominados por hombres. Sin embargo, esta propuesta no prosperó y se olvidaron del neologismo. Espero que este artículo solo lo lean personas normales, por cierto, no vayamos a dar pistas…
En cine y literatura
El seminarista es una película mexicana de 1949 dirigida por Roberto Rodríguez y protagonizada por Pedro Infante.
Idéntico título tiene la novela del brasileño Rubem Fonseca, publicada en 2011.