El español está lleno de expresiones que se imponen en el habla pública sin que medie una reflexión sobre su pertinencia o claridad.
Una de ellas es ser de la partida, fórmula que ha proliferado en medios de comunicación, textos institucionales y lenguaje deportivo y que se emplea como sinónimo de participar, estar presente o comenzar algo. Sin embargo, su uso puede resultar artificioso, incluso pedante.
Ser de la partida. Origen hípico
Uno de los orígenes más visuales y determinantes de esta expresión proviene del mundo de las carreras de caballos. En ese ámbito, la partida designa el momento de salida de los caballos y el partidor es el dispositivo desde el cual se inicia la carrera.
Así, decir que un caballo es de la partida significa que está inscrito en la competición y que tomará parte en ella desde el inicio. Esta imagen dinámica y clara se trasladó al lenguaje general, donde comenzó a usarse para indicar que alguien forma parte de una actividad desde el principio.
Otros registros
Pero el uso de partida como grupo o acción no es exclusivo del ámbito hípico. En el lenguaje militar, una partida era un destacamento que salía a cumplir una misión y ser de la partida implicaba formar parte de ese grupo expedicionario.
Una partida en los juegos de mesa, especialmente en el ajedrez o las cartas, es la sesión de juego y quien es de la partida participa en ella. En el deporte, sobre todo en el fútbol, se dice que un jugador es de la partida cuando sale como titular, reforzando la idea de presencia activa desde el comienzo.
La expansión y el desgaste por uso indiscriminado
La expresión, pues, tiene raíces en varios registros: el militar, el lúdico, el deportivo y el hípico. Esta riqueza de orígenes ha contribuido a su expansión, pero también a su descontextualización.
Hoy se emplea en ámbitos donde no hay caballos, ni soldados, ni tableros de ajedrez, ni alineaciones deportivas. Se ha convertido en una fórmula comodín que, en muchos casos, sustituye innecesariamente verbos más directos como participar, estar o comenzar. Su uso resulta afectado, especialmente cuando se emplea para aparentar cultura, elegancia o sofisticación, pero termina revelando artificio.
Ser de la partida ¿Elegancia o impostura?
El problema no es la expresión en sí, sino su imposición como fórmula preferente en contextos donde no aporta claridad ni precisión. En el lenguaje periodístico, por ejemplo, se ha convertido en una muletilla que parece conferir autoridad o estilo, pero que en realidad puede alejar al lector de una comprensión natural y directa. En el habla cotidiana, rara vez se utiliza, lo que refuerza la sensación de que pertenece a un registro impostado.
Así pues, es una expresión con historia y con imágenes potentes detrás, pero su uso indiscriminado ha diluido su fuerza original. Como ocurre con muchas fórmulas que se adoptan por prestigio más que por necesidad, conviene preguntarse si realmente mejora la comunicación o si simplemente la adorna con un barniz de falsa elegancia.