Continuamos la serie Letras y motes con una que no es tímida, pero vive en sombra.
La letra V camina por el español con paso firme, aunque siempre vigilando a la B, su doble sonora. No grita, no se impone, pero está ahí: elegante, precisa, y a veces, incomprendida.
V, la confundida con nombre propio
La V tiene historia. Viene del latín, donde fue reina de las vocales y las consonantes. En su juventud fue U, fue F, fue muchas cosas. Hoy, en español, es consonante de distinción, aunque muchos no la distingan. Suena como la B, pero no quiere serlo. Es como esas personas que comparten apellido pero no carácter.
Siempre en pelea con la B
La B es su sombra, su espejo, su rival. En la escuela, las confunden. Las mezclan en las calles. En los dictados (donde los hubiere) , la V pierde batallas. Pero no por falta de mérito: la V tiene palabras que la hacen única. Valiente, vida, verdad. No son de la B, aunque suenen igual. La V no necesita sonar distinto para ser distinta.
Vestida de elegancia
Visualmente, la V es una flecha hacia abajo. Simétrica, sobria, decidida. En tipografías, es la letra que apunta, que marca, que encuadra. No tiene curvas, no tiene adornos: solo dos líneas que se encuentran en un vértice perfecto. Es la letra de lo visual, de lo veloz, de lo vital.
V, la letra que quiere que la escuchen
No pide protagonismo, pero sí reconocimiento. En nombres como Victoria, Valeria, Víctor, la V se planta con dignidad. En verbos como ver, vivir, volar, se vuelve acción. No necesita sonar fuerte: le basta con estar.
V, la confundida, pero no perdida
La V sabe que la confunden, pero no se pierde. Está en nuestras palabras más esenciales, en nuestras emociones más profundas. Aunque la B le robe el sonido, la V conserva el sentido. Y eso, en el mundo de las letras, es lo que realmente importa.