Confundir inicuo con inocuo no es solo una cuestión de ortografía: es una distorsión semántica que puede alterar por completo el sentido de una frase. Aunque ambos términos comparten una raíz latina y una apariencia fonética similar, sus significados son opuestos. Uno alude a la injusticia; el otro, a la neutralidad. Y sin embargo, en textos periodísticos, discursos públicos e incluso etiquetado de productos, el desliz se repite inquietantemente.
Inocuo: lo que no daña
El adjetivo inocuo proviene del latín innocuus, formado por el prefijo negativo in- y nocuus (dañino). Designa aquello que no causa daño, que es inofensivo o neutro en sus efectos. Se aplica con frecuencia a sustancias, productos, acciones o ideas que no alteran ni perjudican. En el lenguaje técnico, es habitual en ámbitos médicos, alimentarios o químicos: medicamento, alimento o intervención inocua.
Curiosamente, aunque la forma innocuo con doble ene conserva la grafía etimológica, su uso es minoritario y no recomendado por la mayoría de academias. La pronunciación correcta es [inókuo], con una sola ene y su antónimo directo es nocivo.
Inicuo: lo que es injusto
Inicuo es un término mucho menos frecuente, de registro culto, que significa malvado, injusto, contrario a la equidad. Proviene del latín iniquus, compuesto por in- (negación) y aequus (justo, equilibrado). Es decir, lo inicuo es lo que rompe la equidad, lo que viola la justicia.
Su uso suele reservarse para contextos éticos, jurídicos o literarios. José Echegaray, por ejemplo, lo emplea en sus obras teatrales para denunciar acciones moralmente reprobables. En textos contemporáneos, aparece en ensayos filosóficos, denuncias sociales o discursos que apelan a la conciencia.
Parónimos que desorientan
La confusión entre ambos términos se debe a su condición de parónimos: palabras que suenan parecido pero tienen significados distintos. En este caso, la diferencia no es menor. Decir que una ley es inocua cuando se quiere decir que es inicua equivale a afirmar que no hace daño, cuando en realidad se pretende denunciar su injusticia. El error no solo es lingüístico: es conceptual.
La FundéuRAE ha advertido sobre este desliz en más de una ocasión y recomienda evitar el uso de inicuo para referirse a productos, sustancias o alimentos, donde lo correcto es inocuo. La confusión, además, puede generar ambigüedad en traducciones, subtítulos o textos técnicos, donde la precisión es esencial.
Inicuo e inocuo. Curiosidades y trampas
Ambos términos comparten el prefijo in-, que en estos casos funciona como negación. Pero no siempre es así. En palabras como infiltrar o incorporar, el prefijo in- no niega, sino que indica dirección: hacia dentro.
En el caso de inicuo e inocuo, la trampa está en la forma, no en el fondo. Y como ocurre con muchas dudas razonables (o no), la solución no está en memorizar, sino en comprender. Saber que inicuo se opone a equidad y inocuo a nocividad permite evitar el error sin esfuerzo.
¿Inicuo o inocuo? ¿Confusión o error?
La pregunta final no es retórica. Confundir estos términos puede parecer inocuo, pero en ciertos contextos —jurídicos, éticos, políticos— puede resultar inicuo. Porque el lenguaje no solo nombra: también juzga. Y cuando la justicia se confunde con la neutralidad, el daño no es solo semántico.