La imagen no es inocente. Es un tique —sí, un tique— emitido por la Agencia Tributaria. Y ya desde esa palabra, el documento se tambalea. Porque tique es una aberración sonora, un extranjerismo innecesario que la RAE ha admitido por inercia, no por necesidad. ¿Quién lo usa? ¿Quién lo respeta? ¿Quién lo pronuncia sin sentir que está traicionando el idioma?
Errores: cuando la norma se pliega
La Real Academia Española, en su afán por registrar lo que se dice, ha confundido registro con legitimación. Tique no es una palabra española, es una concesión. Y que la Agencia Tributaria la adopte como término oficial es un síntoma de lo que somos: un país que no defiende su lengua ni siquiera en sus instituciones. Porque había opciones —recibo, resguardo, comprobante, justificante, papeleta, boleto,…— todas ellas claras, limpias, nuestras. Pero no: se elige lo ajeno, lo feo, lo innecesario.
Delegación sin tilde: la tilde que sí importa
Y si el extranjerismo es grave, la falta de tilde en Delegación es imperdonable. No es una errata casual: es una falta ortográfica en el nombre de la propia institución. ¿Qué autoridad puede tener un organismo que no sabe escribir su propio título? ¿Cómo exigir rigor fiscal si se desprecia el rigor lingüístico?
Errores. La estética del descuido
El diseño del documento es otro síntoma: desorden tipográfico, jerarquías visuales rotas, uso arbitrario de mayúsculas, signos de puntuación mal colocados. No hay cuidado, no hay criterio, no hay respeto por el ciudadano que recibe este papel como prueba de su cita. Es un documento oficial, pero parece un borrador mal hecho. Y eso no es anecdótico: es estructural.
La fórmula Hora de cita: 10:10 revela una torpeza sintáctica y visual impropia de un documento oficial. El doble punto genera ruido gráfico, y la expresión Hora de cita resulta artificial, burocrática y mal construida. Reformular con claridad —Cita a las 10:10 o bien Hora asignada— habría evitado el tropiezo. Pero aquí, como en tantas otras cosas, falta criterio.
El país del debería de ser
Porque aquí todo debería de ser. Debería de escribirse bien. Debería de respetarse la lengua. Debería de cuidarse la forma. Deberíamos tener un gobierno honrado y límpido. Pero no.
Aquí lo que es es el descuido, la chapuza, la negligencia institucional, la falsedad y el latrocinio gubernativo por nuestros insuperables y miserables oclócratas.
Y lo que no es es la ejemplaridad. La Agencia Tributaria exige precisión al milímetro en nuestras declaraciones, pero se permite errores de bulto en su comunicación. ¿Quién responde por eso? ¿La chiqui?
Conclusión: no es solo un papel
Este tique no es solo un papel. Es una metáfora del Estado que habla mal, piensa mal y actúa peor. Un Estado que no cuida su lengua no cuida su ciudadanía. Y si el lenguaje oficial se quiebra, todo lo demás está en peligro. Hace años, por cierto.
¿Quieres que afine el cierre para publicación en prensa o que proponga una versión más satírica o con resonancia hispánica? También puedo añadir una nota tipográfica si deseas denunciar el uso de mayúsculas o signos.