La lengua española conserva en su arcón léxico ciertas extrañas palabras que, sin haber desaparecido, permanecen envueltas en una bruma como si su halo expresivo se hubiera desdibujado con el tiempo. Asonada es una de ellas.
Su sonoridad grave, su carga histórica y su uso esporádico la convierten en una pieza singular del idioma, vinculada a la agitación social y al eco de los tumultos. No es una palabra muerta, pero sí una palabra que exige contexto, precisión y memoria.
Asonada. Etimología
Proviene del verbo anticuado asonar, que a su vez deriva del latín assonare, compuesto por ad- (hacia) y sonare (sonar). En su origen, asonar significaba llamar o convocar mediante sonido, lo que sugiere una dimensión acústica en la raíz del concepto. El sufijo -ada, frecuente en sustantivos que denotan acción o resultado, refuerza esta idea de evento colectivo. Así, asonada sería, en su sentido más primitivo, una llamada sonora que convoca a la acción.
Sin embargo, el significado ha evolucionado hacia lo político y lo violento. La Real Academia Española define asonada como una reunión tumultuaria y violenta para conseguir algún fin, por lo común político. La sonoridad inicial se transforma en estruendo social.
Significado y usos
En el uso contemporáneo, asonada se refiere a una forma de protesta que excede los límites de la manifestación pacífica. Se trata de una irrupción colectiva que perturba el orden público, muchas veces como preludio de una sedición o revuelta. A diferencia de términos como manifestación o protesta, la asonada implica violencia, descontrol y una ruptura del marco legal.
En el ámbito jurídico, varios códigos penales tipifican la asonada como delito, especialmente cuando deriva en daños materiales o enfrentamientos con las fuerzas del orden. En algunos países hispanohablantes, se le asocian términos como escrache, funa o incluso roche, aunque estos últimos tienen matices locales y no siempre implican violencia.
Curiosidades
La asonada ha sido protagonista silenciosa de muchos episodios históricos. En crónicas del siglo XIX, como las del Conde de Toreno, se menciona para describir levantamientos populares, especialmente en situaciones de guerra o revolución.
Lo curioso es que, pese a su carga semántica, asonada no ha sido absorbida por el lenguaje mediático contemporáneo, que prefiere términos como disturbios, motines o protestas violentas. Esto la convierte en una palabra casi arqueológica, que conserva su fuerza expresiva pero exige una lectura atenta.
Asonada. Resonancia simbólica
Más que una descripción de hechos, es una palabra que resuena. Su raíz sonora, su estructura rítmica y su rareza la hacen apta para usos literarios, editoriales o incluso poéticos. En un mundo donde el lenguaje tiende a la simplificación, rescatar voces como esta es un acto de realidad y precisión.
No es una palabra para usar a la ligera. Pero cuando se emplea con rigor, asonada ilumina el vínculo entre lenguaje, historia y política. Es una palabra que convoca, como su etimología sugiere y que merece ser escuchada.




