Suponemos que, como a todos, a veces se nos puede ver el plumero en hablarydecir. Es obvio que no somos asépticos, aunque intentamos ser objetivos y aún es más notorio que este no es el lugar adecuado para hablar de política. Pero la política es lo que rige nuestras vidas, por lo que en todo está presente.
Decimos esto porque este artículo va sobre lenguaje pero tiene una clara aportación política que no vamos a ocultar.
Dice el diccionario de la RAE que bulo es la noticia falsa propalada con algún fin y sus sinónimos son: mentira, engaño, embuste, patraña, habladuría, camelo, infundio, bola, trola, cuento, paparrucha, chisme, rumor, voz, hablilla y filfa.
Bulo (por favor, puestos a desinformar, es mucho mejor un bulo que una fake new) es, pues una información errónea que se presenta intencionadamente como cierta, como auténtica noticia. Es decir, que previo a difundirla se conoce bien su falsedad y, pese a eso, o por eso, se propala.
El objetivo de los bulos es cambiar la manera de pensar sobre sucesos, personas y hechos reales. Las noticias falsas pueden ser usadas para desinformar, engañar y manipular. Y también para desprestigiar o enaltecer a determinadas personas o instituciones con el fin de obtener beneficios de cualquier clase. Pero hemos de ser conscientes de que los bulos no siempre son informaciones completamente falsas, ya que pueden contener elementos reales, pero se presentan de manera engañosa o se les da un giro para manipular la percepción pública.
¿Se dan cuenta de que este vocablo apenas se utilizaba en el lenguaje cotidiano antes de 2019? ¿Son conscientes de que es, precisamente, en ese año cuando surge la pandemia del covid? Con esto solo pretendemos decir que a partir de entonces se ha dado rienda suelta a la manipulación de la información, o de la seudoinformación. Y no, no son solo los conspiranoicos. El problema es que los gobiernos han sido los que comenzaron con patrañas: ¿recuerdan el famoso Comité de expertos en la era covid? Pues eso era, exactamente, un bulo.
Decir que los exministros socialistas y expresidentes de la Junta de Andalucía, Chaves y Griñán no están condenados por corrupción es tan bulo como si yo dijera que el Real Zaragoza ha ganado diez ligas españolas. El problema es que unos bulos se creen y otros no: se llama poder político y mediático. Y otra cuestión es la de la igualdad de todos los españoles ante la ley…
No pondremos más ejemplos, que los hay a patadas (como en las leyes de memoria cuando describen a la última fase de la II República española como la gran arcadia feliz plena de libertad, alegría y democracia), pero debemos hacer constar que entendemos que nadie es más que nadie para erigirse con derecho a imponer ninguna memoria colectiva, ni en el covid ni en nada.
En fin, que quien prepara bulos no debería estar en condiciones de acusar a los demás. Y no, que en un juzgado se investigue a alguien no es más que algo estrictamente natural, común y frecuente. El resultado de esa investigación solo es asunto del juzgado, nadie más puede decidir antes si está bien o mal que se proceda a indagar sobre unos hechos que, precisamente, se investigan para saber si son ciertos o no. Y, desde luego, a mí que me investiguen, que no tengo nada que ocultar…
Ahora nuestro presidente que, después de ser aclamado por las masas, ha decidido continuar en su cargo, ya ha puesto de moda otra palabra: fango. ¿Qué es el fango? Lo mismo que la fachosfera y los bulos: lo que él (o ellos) quieran e impongan.
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NOTA 2: Relacionado con este artículo, pueden leer Cohonestar, Posverdad, Sesgo y Ajustar cuentas.