Por favor, lean bien el anuncio que nos acompaña en esta entrada. A nuestro juicio es espectacular. Véanlo muy bien, es el impago garantizado.
Irresponsables
Es un ejemplo perfecto de cómo una redacción descuidada puede convertir una promesa en una amenaza. Lo que pretende ser una garantía para arrendadores —la seguridad de cobrar el alquiler— termina afirmando, con toda solemnidad, que se les garantiza el impago. Es decir, que el inquilino no pagará. Y no solo una vez: mensualmente. La frase es tan rotunda que parece escrita por alguien que no solo ignora el significado de las palabras, sino que además ha renunciado a la lógica.
Desde una perspectiva lingüística, el error es grave porque afecta directamente al sentido del mensaje. No se trata de una tilde olvidada o una coma mal puesta, sino de una inversión total del propósito comunicativo. Desde el punto de vista comercial, es aún peor: el anuncio promete lo contrario de lo que vende. Y desde la óptica del lector, resulta cómico, pero también inquietante. ¿Quién redactó esto? ¿Quiénes lo aprobaron? ¿Quién pensó que garantizar el impago era una buena idea? ¿Confiaría usted en esa empresa?
Impago garantizado. Desliz o ignorancia
Este tipo de errores no son simples deslices. Son fallos estructurales en la cadena de comunicación. Alguien redactó, alguien aprobó, alguien publicó… y nadie leyó con atención. El resultado es un mensaje que se sabotea a sí mismo, que se convierte en objeto de burla y que erosiona la credibilidad de quien lo emite.
Y, claro, sean quienes sean los irresponsables, no se librarán de figurar en nuestra Galería de Horrores…