La azotea es una novela que se construye en la claustrofobia.
Clara, la narradora, vive encerrada con su padre, su hija y un canario, convencida de que el exterior es una amenaza inminente. Las ventanas están cubiertas, la puerta cerrada con llave y la casa se convierte en un organismo vivo que respira miedo, memoria y deterioro.
La novela no necesita grandes giros: su fuerza está en la atmósfera, en la manera en que el encierro se vuelve una forma de pensamiento. Trías parte de una intimidad inquietante, donde cada gesto cotidiano —un ruido, un silencio, un recuerdo— se carga de tensión. La lectura avanza como quien abre una puerta que no debería abrirse.
La azotea. ¿Por qué nos ha gustado?
Nos ha gustado, sobre todo, su precisión emocional, el rasgo que hace que La azotea destaque con fuerza.
La novela rehúye el psicologismo explícito y, en cambio, construye un espacio mental donde el lector comparte la percepción distorsionada de Clara. Esa elección narrativa es lo que la vuelve tan eficaz: uno no sabe si teme por la protagonista o teme convertirse en ella.
Además, la prosa es contenida, casi quirúrgica, y eso potencia el efecto de asfixia. La casa es un personaje, el canario es un síntoma, la azotea es un límite. Y la autora logra que todo eso funcione sin subrayados, sin excesos, con una madurez sorprendente para una primera novela escrita a los 23 años.
Fernanda Trías: la autora
Fernanda Trías, nacida en Montevideo el 12 de octubre de 1976, es escritora, profesora de inglés y traductora pero también una de las voces más singulares de la narrativa rioplatense contemporánea. Su obra ha sido reconocida con premios como el Sor Juana Inés de la Cruz y el Bartolomé Hidalgo.
Todas sus obras —desde La azotea hasta Mugre rosa— se caracterizan por afrontar espacios de encierro, vínculos fracturados y atmósferas donde lo íntimo se vuelve inquietante.
Su literatura no busca el realismo pleno, sino una forma de extrañeza emocional que se filtra en lo cotidiano. Trías escribe desde la vulnerabilidad, pero también desde una lucidez feroz: sabe que el miedo no necesita monstruos, solo una habitación cerrada y una voz que empieza a quebrarse.




