La letra fantasma

agosto 4, 2025

La letra H es, en sí misma, toda una duda razonable (o no), sin embargo vamos a tratarla ahora en nuestra nuevas sección Letras y motes.

La h es una de esas rarezas que el español conserva con obstinación. Está en palabras como hombre, humo, herida, hielo, honor… pero no se pronuncia. Es muda. Completamente. Y sin embargo, ahí sigue, firme, silenciosa, como si tuviera algo que decir. ¿Por qué no la eliminamos de una vez? ¿Qué función tenía antes? ¿Y por qué se mantiene si hoy no sirve para nada —o eso parece?

Cuando la letra fantasma hablaba

En el latín clásico, la h tenía voz. Era una aspiración suave, como el sonido inicial de hello en inglés. Pero con el paso de los siglos, esa aspiración se fue apagando. En el latín vulgar, ya casi no se pronunciaba. Y cuando el latín se transformó en castellano, la h quedó como un vestigio gráfico, no fonético.

Durante la Edad Media, muchas palabras que hoy llevan h se escribían sin ella: haber era aver, hombre era ombre, honor era onor. Pero con el auge del humanismo y el prestigio del latín, los escribas decidieron redecorar el idioma: restauraron la h por razones etimológicas, aunque ya no se pronunciara. Una especie de arqueología ortográfica.

La f que se volvió h

Más curioso aún: muchas palabras que hoy empiezan con h en realidad venían del latín con f. Facĕre se convirtió en hacer, farīna en harina, filĭus en hijo. ¿Qué pasó? En algunas zonas de la península, especialmente donde el vasco tenía influencia, la f inicial empezó a pronunciarse como una aspiración /h/. Esa aspiración se mantuvo durante siglos, hasta que desapareció del español culto. Pero la h escrita quedó como recuerdo.

Así que no es que la h nunca haya sonado. Es que sonó, luego susurró y finalmente se calló. Pero nadie la borró del papel.

¿Y si quitamos la letra fantasma?

La tentación es fuerte. ¿Para qué mantener una letra que no se pronuncia? ¿No sería más fácil escribir ombre, acer, ijo, umor? Pues no tanto. La h cumple funciones útiles, aunque silenciosas. Distingue palabras que, sin ella, serían homónimas: hola y ola, hecho y echo, hatajo y atajo. También nos recuerda de dónde vienen las palabras, lo que no es poca cosa en un idioma con raíces tan profundas.

Y además, seamos honrados: el español no es famoso por su ortografía simplificada. Si hemos sobrevivido a b y v, ll y y, c, z y s, ¿por qué no a la h?

La muda que no se rinde

En algunos dialectos, como en Andalucía, Canarias o partes de Hispanoamérica, la h aún se pronuncia como una aspiración suave. No es oficial, pero existe. Es como un eco del pasado que se niega a desaparecer.

Así que no maldiguemos a la h. No está ahí por capricho. Está ahí porque alguna vez habló, porque aún distingue, porque forma parte de la memoria del idioma. Es la letra fantasma que no se rinde. Y eso, en un mundo que cambia tan rápido, tiene su encanto.

¿Es la H una letra fantasma?

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