Las cosas de palacio van despacio
Cosas de palacio. Origen y significado
Se incorpora a Dichos y refranes esta locución española que tiene su origen en la observación popular de la lentitud burocrática y administrativa de las instituciones oficiales, especialmente las relacionadas con la corte y el gobierno (palacio). Desde siglos atrás, el término palacio se asocia a la sede del poder, donde los trámites y resoluciones suelen demorarse debido a la jerarquía, los protocolos, la complejidad de la administración y la falta de exigencia de la población junto con la ausencia de respeto de la administración en cualquiera de sus vertientes..
El refrán expresa la idea de que los asuntos oficiales, especialmente los que dependen de organismos públicos o de la autoridad, suelen resolverse con una lentitud exasperante. Se utiliza para justificar o resignarse ante la tardanza de trámites, resoluciones o favores que dependen de la burocracia.
Usos
Se emplea en conversaciones cotidianas para consolar o tranquilizar a alguien que espera una respuesta oficial, un permiso, una resolución judicial o cualquier gestión administrativa. Suele decirse con tono resignado, como si la lentitud fuera inevitable y hasta natural.
Se utiliza también en Hispanoamérica, aunque su origen y uso más frecuente están en España. Sin embargo, su presencia es menos habitual y se percibe como una frase de sabor castizo o tradicionalmente española.
Cosas de palacio. Crítica
Aunque el refrán ha servido durante generaciones para explicar y aceptar la parsimonia de la administración, su uso reiterado contribuye a normalizar la ineficacia y la falta de diligencia de las instituciones, fomentando la paciencia pasiva y la resignación ciudadana. En vez de invitar a exigir agilidad, transparencia y responsabilidad, el refrán actúa como bálsamo que adormece la protesta y domestica el inconformismo. Así, se convierte en una fórmula de autoconvencimiento para soportar lo que, en realidad es inaceptable: la lentitud injustificada y el desinterés institucional.
Corolario
Las cosas de palacio van despacio es un refrán que, bajo su aparente sabiduría popular, esconde una peligrosa invitación a la pasividad. Aunque describe una realidad histórica, su repetición contribuye a perpetuarla, haciendo de la resignación una virtud y de la ineficacia una costumbre tolerada. Y lo bien que les viene a los inútiles y a los perversos… No hay nada como domesticar a la gente.