Quizá ya lo sabía pero la palabra notario tiene un origen arraigado en la antigua Roma. Proviene del término latino notarius, que significa alguien que toma notas.
La palabra se compone de dos elementos principales: del latín nota (nota) con el sufijo -ario, que indica conjunto, haciendo referencia a la práctica de tomar apuntes durante discursos.
En la antigua Roma, un notarius era una persona dedicada a escribir lo que otro dictaba. Su función estaba ligada a la escritura y el registro de información. Posteriormente, bajo el Imperio Romano de Oriente, sus funciones se transformaron hasta aproximarse al concepto moderno de notario. Inicialmente se les conocía también como tabellio, término derivado de la tabella (tablilla) donde se escribían documentos.
Marco Tulio Tirón, el primer notario de la historia y creador de la notación tironiana, fue un liberto y secretario de Cicerón.
En la actualidad, un notario es un funcionario público facultado para dar fe de contratos, escrituras, testamentos y otros documentos legales, manteniendo la esencia de su origen como un profesional dedicado al registro fidedigno de información.
Como bien puede verse en nuestro diccionario argentino-español, en Hispanoamérica no hay notarios, hay escribanos.