A los emigrantes se los ha tragado la tierra porque debe ser verdad eso que dicen todos los agentes de la posmodernidad y la globalización (son los mismos) que lo que no se ve, lo que no sale en la televisión, no existe.
Desde que en 2005, Luis Felipe Lomelí publicó su microrrelato titulado El emigrante, nunca más se ha oído esa palabra fuera de la calle (ahí, sí) porque la han sustituido artificialmente por otra que, hasta entonces, estaba destinada casi en exclusiva para las aves (migrantes, claro).
Entonces ¿es lo mismo migrante que emigrante? Veamos qué nos dice nuestro principal oráculo, la RAE:
– Migrar: Trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente.
– Emigrar:
- Dicho de una persona: Abandonar su propio país para establecerse en otro extranjero.
- Dicho de una persona: Abandonar la residencia habitual en busca de mejores medios de vida dentro de su propio país.
Viendo que se hace especial énfasis en que en el caso de emigrar se refiere a una persona, parece claro que los seres humanos no migran sino que emigran, por lo que no hay migrantes sino emigrantes. Como siempre ha sido, por cierto.
¿Por qué quieren cambiar también esto? ¿Quizás quieren despersonalizar a las personas?