Sesgo

junio 8, 2024

El sesgo en el ámbito político: origen, uso y actualidad

En su día hablamos sobre cohonestar, luego de bulos y fango, después sobre posverdad y hoy llegamos a la tetralogía. Posteriormente analizaremos el por qué a lo que antes se llamaba medios de información, ahora se les dice medios de comunicación. Será la culminación, la pentalogía.

Origen y evolución del término sesgo

Sin duda, se habrán dado cuenta de que, de un tiempo a esta parte, se ha impuesto este vocablo como descalificativo. Lo que ocultan es que todo, todo en nuestras vidas tiene su propio sesgo. Primero vamos a ver las causas:

Sesgo proviene del antiguo verbo sessegar, que deriva del latín vulgar sessicāre, y este de sessus, participio pasado del verbo sedēre, que significa estar sentado. En este contexto, sesgar originalmente significaba sentarse en diagonal o sentarse inclinado. Por tanto, sesgo se refiere a una inclinación o desviación y su origen etimológico está relacionado con estar sentado en una posición inclinada o diagonal.

Habiendo palabras como inclinación, tendencia u orientación, sesgo se ha impuesto en el ámbito político debido a su connotación específica de desviación de la imparcialidad. Mientras que inclinación o tendencia pueden sugerir una dirección sin necesariamente implicar parcialidad, sesgo connota una desviación deliberada o involuntaria de la objetividad.

En política, el concepto ganó relevancia en el siglo XIX con la expansión de la prensa escrita y la consolidación de los partidos políticos modernos. A medida que los periódicos y otros medios de comunicación adquirían influencia en la opinión pública, se hizo evidente que muchos de ellos estaban alineados con partidos políticos específicos o intereses particulares. Este alineamiento llevó a una percepción de que la información presentada por estos medios no era imparcial. Más bien, estaba sesgada hacia ciertas ideologías o agendas políticas.

Impacto y consecuencias

El sesgo político tiene implicaciones profundas para la sociedad y la democracia. Puede erosionar la confianza del público en los medios y las instituciones políticas, lo que conduce a una mayor desconfianza y cinismo. Además, el sesgo contribuye a la polarización política, ya que refuerza las creencias existentes y limita la exposición a perspectivas diversas, dificultando el diálogo y la búsqueda de consensos. También se utiliza para manipular a la opinión pública, distorsionando la percepción de la realidad y afectando negativamente la toma de decisiones informadas.

El sesgo en la actualidad política española

En el contexto actual es un fenómeno notable y complejo. Muchos medios de comunicación tienen alineaciones políticas claras. Desde la propia dirección del Estado, se tilda a unos medios de progresistas, a otros de conservadores y a todos los demás de ultraderechistas, fascistas, libelos o tabloides. Esta orientación política dirigida en los medios contribuye a la desconfianza del público en la imparcialidad de la información.

El presidente Pedro Sánchez, sonriendo y sin despeinarse, ha destacado la problemática de los tabloides y medios de desinformación que, mediante titulares sensacionalistas y la simplificación de los hechos, distorsionan la realidad y propagan narrativas falsas. ¿Cuáles son? Los que ellos digan, por supuesto, todos los que publiquen noticias que no satisfagan al poder. La desinformación se ha convertido en una herramienta para manipular la opinión pública, pero el problema es que comienza en las alturas. ¿No les hace gracia -mejor sería decir repulsión- que todo lo que no camine de la mano con el gobierno sea tildado de bulo por el propio gobierno?

Razones para desacreditar a medios no afines

La descalificación de medios de comunicación por parte de figuras políticas que no están alineadas con ellos es un fenómeno común que puede tener varias motivaciones. Los líderes políticos pueden intentar desacreditar a los medios que no les son afines por varias razones:

  1. Control de la narrativa: Los líderes políticos a menudo buscan controlar la narrativa pública para influir en la opinión y el apoyo del electorado. Desacreditar a medios críticos les permite desviar la atención de temas incómodos y dirigir la conversación hacia narrativas más favorables a sus intereses.
  2. Protección de la imagen: Los políticos pueden sentirse amenazados por la cobertura negativa de ciertos medios y buscar desacreditarlos para proteger su imagen pública. Al etiquetar a estos medios como maquinarias de fango o tabloides, intentan socavar su credibilidad y minimizar el impacto de las críticas que reciben.
  3. Movilización de las bases: Al denunciar a ciertos medios como parciales o poco confiables, los líderes políticos intentan movilizar a sus seguidores y generar solidaridad en torno a su causa. Esto puede crear una narrativa de nosotros contra ellos que fortalezca el apoyo interno y ayude a consolidar la lealtad de sus seguidores.
  4. Deslegitimación de la oposición: Desacreditar a los medios críticos también es una estrategia para deslegitimar a la oposición política. Al asociar a los medios independientes o de oposición con términos peyorativos como sensacionalistas, populistas, seudomedios o maquinarias de fango, se busca erosionar su credibilidad y presentarlos como poco confiables o sesgados.
  5. Defensa de la agenda política: Los líderes políticos a menudo tienen agendas políticas específicas que buscan impulsar. Desacreditar a los medios que no respaldan su agenda es parte de un esfuerzo más amplio para apoyar sus propias políticas y prioridades, al tiempo que desacreditan las de sus oponentes.

En resumen, la descalificación de medios de comunicación por parte de figuras políticas puede ser parte de una estrategia más amplia para influir en la opinión pública, proteger la imagen del político, movilizar a la base de seguidores, deslegitimar a la oposición y promover una agenda política específica. Sin embargo, es importante señalar que estas tácticas pueden socavar la libertad de prensa y la salud de la democracia al debilitar la capacidad de los medios para actuar como contrapartes críticas del poder político.

Que cada cual saque sus propias conclusiones, por supuesto.

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