No miren demasiado la fotografía que motiva estos comentarios porque, probablemente, les dolerá en todas sus formas: física, intelectual, espiritual y seguro que alguna más.
Supongo que al periodista del texto le pasaría algo parecido porque si no, no puede ser.
Texto y retexto. Fondo
La idea de que un tratado internacional, nada menos que de la ONU, pueda permitir la difusión de pornografía infantil creada con IA resulta, a primera vista, aterradora. El horror no solo reside en la posibilidad de que existan vacíos legales respecto a la tecnología y la protección de la infancia, sino en la sospecha de que organismos internacionales puedan, siquiera de forma indirecta, amparar prácticas tan repugnantes y dañinas.
El subtítulo no hace sino aumentar el estupor: la mención al sexting privado realizado entre menores, incluso cuando las imágenes se envían a adultos y la supuesta permisividad respecto a imágenes pedófilas no reales, sugiere un escenario de absoluta desprotección para los menores y una peligrosa banalización de delitos gravísimos. La mera posibilidad de que el texto legal ampare la circulación de este tipo de contenidos es motivo de alarma social y exige una reacción contundente tanto de la opinión pública como de los legisladores.
Y es que ya no hay duda: el imperio woke quiere legalizar la pedofilia. Si nos cruzamos de brazos y no limitamos a pensar que qué barbaridad, lo harán. Y sin tardar mucho. ¡Enfermos, delincuentes! ¿Cómo quieren que la gente normal respete a ciertas instituciones a las que solo les interesa el negocio?
Y forma
Sí, sabemos que aludirían a la rapidez y blablablá, pero quienes eso aleguen están justificando incompetencias o ignorancias. Y si una es mala, la otra es peor.
Escribir El texto, cuyo texto se aprobó… es un despropósito sintáctico que revela una alarmante falta de rigor tanto por parte del periodista como de quienes revisan y permiten la publicación de semejante descuido. Resulta inaceptable que en un medio de comunicación, cuya responsabilidad es informar con claridad y precisión, se incurra en una repetición tan torpe y vacía de sentido. Esta fórmula no solo empobrece el mensaje, sino que pone en entredicho la profesionalidad del redactor y la seriedad del propio medio. Si ni siquiera se cuidan las estructuras más elementales del lenguaje, ¿cómo confiar en la veracidad o el análisis del contenido? La dejadez formal, en casos tan flagrantes, es un síntoma preocupante de la degradación del periodismo y una falta de respeto al lector, que merece información bien escrita, comprensible y revisada con esmero.
Texto y retexto. ¡Parece que pedimos demasiado!