Continuamos la serie Letras y motes con una que no alza la voz, pero sin ella, el idioma se desmorona.
La letra U no hace ruido, no se impone. Es la que acompaña, la que sostiene, la que está sin hacerse notar. No tiene estridencia, pero sí presencia. Es la letra que no exige, pero sin la cual muchas palabras se quedarían cojas.
U, la muda útil. Herencia y presencia
La U tiene linaje antiguo. En el latín, era hermana de la V, indistinguibles en forma y sonido. Fue vocal, fue consonante, fue símbolo de unión. En manuscritos medievales, la U y la V se turnaban el papel, como si compartieran un disfraz. Hoy, la U se ha quedado con la suavidad, con el murmullo, con el hueco que da forma.
La U no grita. En muchas palabras, ni siquiera suena. En guitarra, en queso, en guerra, está ahí, muda, pero marcando el camino. Es como esa persona que no habla mucho, pero cuya presencia cambia el ambiente. La U no necesita sonar para ser útil. Es la arquitecta invisible del español.
Forma, función y profundidad
Visualmente, la U es un cuenco. Abierta arriba, receptiva, como esperando algo que caiga. Es curva, maternal, sin aristas. En tipografía, es la letra que abraza, que redondea, que suaviza. No apunta, no corta: acoge.
Aparece en palabras que no serían lo mismo sin ella: luz, universo, humano, nube. Está en lo profundo, en lo esencial, en lo que no se ve pero se siente. En verbos como unir, usar, ubicar, la U es acción sin estruendo.
La discreción de la U, la muda útil
No busca protagonismo, pero lo merece. Es la letra que trabaja en silencio, que construye desde el fondo. No se confunde con otras, no compite, no se queja. Está ahí, útil, muda, pero vital. Y eso, en el mundo de las letras, es una forma de sabiduría.