La expresión zona de confort, tan de moda en el ámbito del desarrollo personal y profesional, presenta problemas lingüísticos, conceptuales y culturales, especialmente en español. Vamos a intentar analizarla y responder a la duda que nos ha planteado José Juan Ortigosa, de Ponce (Puerto Rico).
Zona de confort. Origen
Su origen anglosajón (comfort zone) ya plantea un desafío, pues el término comfort en inglés tiene una amplitud semántica que incluye tanto la comodidad física como la emocional o psicológica. En español, sin embargo, confort tiene un uso más restringido, asociado principalmente a comodidades materiales o físicas (como el confort de un sofá, un coche o una habitación). Por esta razón, su traducción directa como zona de confort resulta imprecisa y poco natural en nuestro idioma. Es válido preguntarse: ¿por qué se optó por confort y no por términos más propios del español como zona cómoda, zona de comodidad, zona de confortabilidad o zona sin riesgos?
La respuesta radica en la influencia del anglicismo y la tendencia a adoptar términos extranjeros sin una adaptación adecuada, es decir, al papanatismo primero y al mimetismo posterior. Confortabilidad, aunque es una palabra válida en español, no se usa comúnmente y podría sonar demasiado técnica o rebuscada para el propósito coloquial de la expresión. Por otro lado, zona cómoda o zona de comodidad serían alternativas mucho más naturales y coherentes con el idioma español, pero han sido desplazadas por el calco directo del inglés. Esto evidencia una falta de cuidado en la traducción y una preferencia por el impacto exótico que genera el uso de palabras importadas.
Anteriormente, en español se recurría a expresiones más intuitivas para describir situaciones similares: estar acomodado, vivir sin riesgos, zona segura o simplemente estar cómodo. Estas fórmulas transmitían con mayor precisión la idea de permanecer en un espacio conocido y confortable sin necesidad de recurrir a anglicismos innecesarios. Además, eran más claras en su significado y evitaban las ambigüedades.
Sin confort
La crítica a esta expresión debe ser feroz porque su uso indiscriminado ha dado lugar a distorsiones conceptuales y simplificaciones peligrosas. Se ha convertido en una letanía mimética y dogmática que insta a las personas a abandonar lo conocido como si esto fuera intrínsecamente negativo. Este discurso fomenta la idea de que permanecer en una supuesta zona de confort equivale a estancarse, ser mediocre o temer al cambio, ignorando las circunstancias personales y las razones legítimas por las cuales alguien podría optar por mantenerse en un espacio seguro. Además, al utilizar el término confort, se le otorga un aire técnico o sofisticado que no tiene en realidad; es simplemente una forma importada que carece de arraigo lingüístico.
¿Por qué? La paradoja
Es la pregunta clave que siempre nos hacemos en hablarydecir y que no está de moda formular y, mucho menos, responder: ¿por qué? Un refrán moderno podría resumir esta crítica: Si estás cómodo y feliz, ¿por qué salir? La idea de que siempre hay que buscar lo desconocido para crecer es una falacia que beneficia más a ciertas industrias de la autoayuda que a las personas reales. Como señala el psicólogo David Gómez, si realmente es un lugar confortable y coherente con los valores y objetivos personales, ¿qué sentido tiene abandonar ese equilibrio? En este contexto, hablar de una zona cómoda sería mucho más honrado y menos manipulador.
Además, la expresión zona de confort fomenta una paradoja cruel: vivimos en un mundo cada vez más inestable y lleno de incertidumbre, donde la seguridad emocional es más necesaria que nunca. Sin embargo, se nos exige constantemente salir de esa seguridad para adaptarnos a cambios perpetuos. Este ciclo perpetúa la ansiedad y la insatisfacción, convirtiéndose en una herramienta de control emocional más que en un verdadero consejo para el crecimiento personal. Y es que es eso lo que quieren: desequilibrio, deshumanización, descontrol y máximo control. Ustedes entienden bien la aparente contradicción…
En conclusión, la adopción acrítica del término fomenta ideas simplistas sobre el éxito y el cambio personal, ignorando las complejidades humanas y sociales. Recuperar expresiones más claras y propias del español permitiría describir estas situaciones sin caer en discursos tóxicos ni imponer obligaciones innecesarias sobre los demás. Es hora de cuestionar no solo lo que decimos sino cómo lo decimos.
NOTA: La imagen que ilustra esta entrada procede de freepcik.es.
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