Cuanto más corrupto es el estado, más leyes tiene. Tácito
Festejando —nótese el sarcasmo y la indignación— que hoy el Tribunal Constitucional español ha incurrido en prevaricación (no presunta, sino real), otorgando carta blanca a la ley de amnistía, la más corrúpata, desleal, desvergonzada, venal y antijurídica que los de la sentina y el albañal pudieran haber imaginado jamás. Decíamos que, aprovechando semejante prevaricación, vamos a comentar una cita que cuenta casi dos mil años y que encaja a la perfección con toda esta gentuza —tanto quienes la perpetran como quienes la consienten—.
Legislación y corrupción en el pasado
En tiempos de Tácito, la sentencia Cuanto más corrupto es el estado, más leyes tiene era una denuncia directa a la decadencia moral y política de la Roma imperial. El exceso de legislación no era síntoma de orden, sino de podredumbre institucional: cada nueva norma era un parche para tapar los abusos, la arbitrariedad y la inseguridad jurídica generada por gobernantes incapaces o venales. La ley se multiplicaba no para proteger al ciudadano, sino para blindar a los poderosos y enmascarar la corrupción rampante. Tácito, como testigo y actor en la vida política romana, sabía que el alud de leyes era el reflejo de un Estado enfermo, donde la legalidad era un instrumento del despotismo y no de la justicia.
En el presente
La cita sigue vigente y resulta incómodamente actual. La inflación legislativa es el síntoma inequívoco de un sistema que ha perdido el rumbo ético. Los gobiernos corruptos promulgan leyes a raudales: para protegerse, para dificultar el control ciudadano, para crear laberintos burocráticos donde medrar y perpetuarse. El exceso normativo sirve de coartada para la opacidad y la discrecionalidad y convierte el derecho en un arma de confusión masiva. La corrupción se disfraza de legalidad y los ciudadanos quedan atrapados en una maraña de normas que benefician a unos pocos y asfixian a la mayoría.
Legislación y corrupción en el futuro
Si la advertencia de Tácito no se escucha, el porvenir será un Estado hipertrofiado, donde la ley será un bosque impenetrable al servicio de oligarquías, plutocracias y burócratas. La corrupción institucionalizada generará tal saturación normativa que la justicia será inalcanzable para el común de los mortales. La ley dejará de ser garantía de derechos para convertirse en instrumento de exclusión y privilegio. Solo una ciudadanía crítica y vigilante podrá evitar que el destino anunciado por Tácito se repita, una y otra vez, bajo nuevas máscaras y con los mismos vicios.
En realidad, y desgraciadamente el párrafo referido al pasado nos sirve para los otros. Y todo vicevérsicamente…
¡Legislación y corrupción!
Sobre Tácito
Gayo o Publio Cornelio Tácito (c. 55 – c. 120 d.C.) fue uno de los más grandes historiadores y estilistas de la literatura latina. Nacido en la Galia Narbonense o en Italia, desarrolló una brillante carrera política en el seno del Imperio Romano: fue senador, cuestor, pretor, cónsul y también gobernador de la provincia de Asia. Casado con la hija de Agrícola, dedicó a su suegro una famosa biografía De vita Iulii Agricolæ
Como escritor, Tácito es célebre por sus obras Anales e Historias, donde retrató con agudeza y dramatismo la corrupción, la tiranía y las intrigas del poder en la Roma imperial. Su estilo es conciso, irónico y profundamente crítico; buscó siempre una finalidad moral e instructiva en su relato de los hechos, ensalzando los ideales republicanos y denunciando los excesos del despotismo.