El caso: una madre y cuatro palabras
Lo hemos comentado en ¿Propalar o propagar? y lo analizamos ahora. En un centro de la Administración, una madre de unos 35 años mantiene una conversación de aproximadamente tres minutos. Durante ese tiempo, solo utiliza cuatro palabras, repetidas de manera casi automática: vale, okey, joder y coño. Este hecho, anecdótico o no, es reflejo de una realidad más amplia: la reducción del vocabulario y la simplificación extrema del lenguaje en la comunicación diaria.
¿Por qué este empobrecimiento?
- Falta de lectura. La lectura es una de las principales fuentes de adquisición de vocabulario y estructuras lingüísticas. La disminución del hábito lector limita la riqueza expresiva.
- Influencia de los medios y redes sociales. El lenguaje en redes sociales y plataformas digitales tiende a ser breve, directo y, a menudo, repetitivo. Esto favorece el uso de muletillas y palabras comodín.
- Modelos sociales: Si en el entorno familiar, escolar o laboral se normaliza el uso de un vocabulario limitado, es probable que se reproduzca ese patrón.
- Estrés y falta de tiempo. La vida acelerada y la presión cotidiana llevan a priorizar la rapidez sobre la precisión, recurriendo a expresiones cortas y conocidas. Esto más bien es una excusa absurda.
¿Quiénes son los responsables?
Responsable | Motivo |
---|---|
Individuos | Falta de interés por enriquecer su propio lenguaje; conformismo comunicativo. |
Sistema educativo | Enfoque insuficiente en la expresión oral y escrita; poca promoción de la lectura. |
Medios de comunicación | Normalización de expresiones simplificadas y lenguaje vulgar en contenidos populares. |
Sociedad en general | Falta de valoración del lenguaje como herramienta de desarrollo personal y social. |
Consecuencias
- Dificultad para expresar ideas complejas.
- Menor capacidad de argumentación y negociación.
- Pobreza en la transmisión de emociones y matices.
- Reproducción de patrones de comunicación poco respetuosos o vulgares.
¿A dónde vamos así? Empobrecimiento del lenguaje
Si la tendencia continúa, corremos el riesgo de perder matices, riqueza cultural y capacidad de entendimiento mutuo. El lenguaje es mucho más que un instrumento de comunicación: es la base de nuestro pensamiento y de nuestra convivencia. Recuperar la riqueza del habla requiere un esfuerzo colectivo, que empieza por la autocrítica y el ejemplo.
Este caso no es solo una anécdota: es un síntoma. La solución pasa por fomentar la lectura, el pensamiento crítico y el respeto por el lenguaje en todos los ámbitos. Solo así podremos aspirar a una sociedad más rica, plural y capaz de dialogar.