En tiempos festivos como los del Pilar en Zaragoza, que hoy comienzan, casi todo se permite: el exceso de color, los brindis interminables, incluso algún desliz coreográfico. Pero ni la euforia ni la tiza justifican atentados contra la lengua ni el sentido común. El que hoy reseñamos en la Galería es solo un ejemplo.
Los hechos
En octubre de 2025, en una acera cualquiera de Zaragoza, un cartel promocional del centro de belleza exhibe con naturalidad una expresión que, para cualquier ojo mínimamente atento, debería sonar como una alerta semántica: manicura de pies. La fórmula, inscrita en tiza blanca sobre fondo negro, no es una errata ni una broma: es una muestra genuina del lenguaje comercial contemporáneo, donde la precisión ha sido sacrificada en aras de la sonoridad y la venta rápida.
¿Manicura… de pies?
La palabra manicura proviene del latín manus (mano) y cura (cuidado), y designa, por definición, el tratamiento estético de las manos y especialmente de las uñas. Su contraparte podológica es la pedicura, de pes (pie). Así, hablar de manicura de pies equivale a decir cuidado de manos en los pies, una contradicción que, sin embargo, se ha instalado con sorprendente comodidad en el vocabulario de salones de belleza, redes sociales y promociones callejeras.
¿Error, síntoma o síntesis?
Este tipo de expresiones no son simples deslices lingüísticos. Son síntomas de una economía verbal que busca simplificar, estandarizar y vender. En muchos centros estéticos, manicura ha pasado a significar cualquier esmaltado semipermanente, independientemente de la extremidad tratada. El término se ha convertido en una marca genérica, como Kleenex para los pañuelos o Googlear para buscar en internet.
Pero esta simplificación tiene un coste simbólico: borra la distinción entre manos y pies, entre lo visible y lo oculto, entre lo que se muestra y lo que se sostiene. En la tradición cultural mediterránea, las manos son símbolo de acción, expresión y contacto; los pies, de camino, arraigo y humildad. Confundir sus cuidados no es solo un error técnico: es una pérdida de sentido.
El lenguaje como espejo del mercado
La expresión manicura de pies revela cómo el lenguaje comercial puede deformar el significado en nombre de la eficiencia. En lugar de corregir, muchos negocios adoptan el error como norma, reforzando una estética del descuido que se disfraza de modernidad. El cartel zaragozano no es una excepción: es un espejo de una tendencia más amplia, donde la precisión lingüística se ve como un lujo innecesario.
Manicura de pies ¿Y ahora?
¿Debemos resignarnos a esta deriva semántica? ¿O es posible recuperar el rigor sin perder la frescura? Tal vez la solución no esté en censurar el uso, sino en contextualizarlo. Un centro que ofrece manicura de pies podría, por ejemplo, acompañar la expresión con una nota irónica, una explicación cultural o una reivindicación estética. Así, el error se convierte en oportunidad: una invitación a pensar, a debatir, a cuidar no solo las uñas, sino también las palabras.
NOTA. Las ‘unas’ y los ‘packs’ de los papanatas merecen su propio juicio final. Lo celebraremos en otra columna.