Coherencia ateísta y lenguaje religioso: ¿Puede un no creyente decir Que la Tierra te sea leve?
Javier Lambán, político socialista fallecido recientemente, solía despedir a los difuntos con la fórmula Que la tierra te sea leve. Lo hacía con frecuencia, casi como un sello personal, incluso cuando se trataba de personas cercanas. Sin embargo, esta expresión —de raíz clásica y resonancia espiritual— choca frontalmente con las convicciones materialistas que él mismo defendía: la muerte como final absoluto, sin alma, sin trascendencia.
Esta contradicción no es exclusiva de Lambán. Es el síntoma de una tensión más profunda: ¿puede un ateo coherente usar fórmulas religiosas para despedir a los muertos? ¿O estamos ante una incoherencia cultural que revela el peso persistente del catolicismo en el lenguaje y en la emoción?
La paradoja del ateo
En sociedades marcadas por siglos de tradición religiosa, incluso los más férreos ateos tropiezan con el lenguaje heredado. Cuando muere alguien cercano, ¿cómo se despide un ateo coherente? ¿Puede usar fórmulas como Que la tierra te sea leve sin traicionar sus convicciones? Esta tensión entre coherencia existencial y presión cultural revela una paradoja: el lenguaje de la muerte sigue siendo religioso, incluso cuando la fe ha desaparecido.
Que la Tierra le sea leve: Sit tibi terra levis
La expresión proviene del latín clásico, usada en epitafios romanos. No implica necesariamente una creencia en la vida después de la muerte, pero sí una humanización del cuerpo y una poética del descanso. En el cristianismo, esta fórmula se funde con la esperanza de la resurrección. En el mundo secular, sin embargo, se convierte en una reliquia lingüística que sobrevive a la fe que la originó.
El ateo incoherente
Un ateo que cree que la muerte es el fin absoluto no puede, por coherencia, desear descanso, paz o ligereza a quien ya no existe. Decir Que la tierra te sea leve implica que el muerto experimenta algo, lo que contradice la visión materialista.
Esta inconsecuencia revela una falla en la construcción simbólica del ateísmo moderno: rechaza la religión, pero no ha creado un lenguaje propio para los momentos límite. El hombre necesita consuelo, incluso cuando niega el consuelo metafísico, decía Albert Camus.
Cultura más allá de la fe
En España, el catolicismo no es solo religión: es estructura cultural. Ha moldeado el lenguaje, los rituales, la arquitectura emocional del duelo. Incluso quienes se definen como laicos o progresistas siguen usando expresiones como:
- Descanse en paz
- Nos volveremos a ver o
- Está en un lugar mejor
Esto demuestra que la secularización no ha logrado sustituir el imaginario religioso. El catolicismo, aunque combatido por quienes lo combatieron y por algunos más, sigue siendo la gramática del alma en momentos de pérdida.
¿Es posible un lenguaje secular del duelo?
Para que el ateísmo sea coherente, debe crear un lenguaje propio para la muerte. Algunas propuestas podrían ser:
- Murió, y su memoria vive en nosotros
- Su paso por la vida dejó huella
- Aceptamos su fin con dignidad y sin ilusiones
Pero estas fórmulas aún carecen de poética, solemnidad y consuelo. El reto es construir un lenguaje que sea racional y emocional, coherente y humano. No lo conseguirán, no saben.
Que la Tierra le sea leve. ¿Coherencia o consuelo?
La coherencia es una virtud, pero el ser humano no es solo razón: también es emoción, cultura, memoria. El ateo que usa fórmulas religiosas es incoherente, sí, pero también revela una necesidad no resuelta: la de decir algo ante el misterio de la muerte.
Y mientras no se construya un lenguaje secular con fuerza simbólica, el catolicismo seguirá siendo el idioma del alma, incluso para quienes niegan su existencia.
Pese a todo, descansa en paz, Javier Lambán.
NOTA. en otro sentido pero sobre el mismo asunto, les invitamos a leer ¿Fallecer o morir?