El Holodomor no fue una simple consecuencia de políticas fallidas ni una tragedia accidental.
Stalin y el Holodomor. Intenciones y consecuencias
Fue una operación deliberada, diseñada desde el vértice del poder soviético para transformar radicalmente la estructura social, económica y política de Ucrania. Comprender qué pretendía Stalin con esta hambruna y qué logró con ella es esencial para descifrar el funcionamiento del totalitarismo en su forma más cruda.
La colectivización como dogma
Stalin no toleraba la autonomía campesina. Su proyecto de colectivización forzosa no solo buscaba reorganizar la producción agrícola, sino someter a millones de personas a la lógica del Estado.
En Ucrania, donde la resistencia a la colectivización era especialmente fuerte, el régimen respondió con una violencia estructural que convirtió el hambre en castigo.
Las requisas de grano se mantuvieron incluso cuando las comunidades no tenían ya nada que entregar. Las leyes se endurecieron hasta el absurdo, criminalizando a quienes recogían espigas del suelo. No se trataba de alimentar a la población, sino de doblegarla.
El nacionalismo ucraniano como amenaza
Stalin percibía el nacionalismo ucraniano como un desafío a la unidad soviética. La lengua, la cultura y la historia de Ucrania eran incompatibles con el modelo centralista que Moscú pretendía imponer.
Por eso, el Holodomor no solo destruyó cuerpos, sino también identidades. El cierre de fronteras internas, la censura cultural y la represión intelectual formaron parte de una estrategia más amplia para desarticular cualquier forma de autonomía ucraniana. El hambre fue el medio, pero el objetivo era político.
Stalin y Holodomor. El crimen
Mientras millones morían en los campos, el grano ucraniano era exportado para financiar la industrialización acelerada de la URSS. Las fábricas crecían mientras los estómagos se vaciaban.
El régimen priorizó el desarrollo urbano y militar por encima de la supervivencia rural. Esta redistribución brutal de recursos revela que la escasez no fue producto de la miseria, sino de una planificación consciente. El Estado soviético sabía lo que ocurría, pero eligió mirar hacia otro lado. O peor aún: eligió que ocurriera.
El resultado: control absoluto
Stalin consiguió lo que buscaba. La colectivización se impuso, el campesinado fue sometido y el nacionalismo ucraniano quedó debilitado. La URSS avanzó en su proyecto industrial, presentando al mundo una imagen de progreso que ocultaba millones de cadáveres.
El silencio fue parte del éxito: durante décadas, el Holodomor fue negado, ocultado y minimizado. Solo tras la caída del régimen soviético comenzaron a abrirse los archivos y a emerger la verdad.
Stalin y el Holodomor. La herida
El Holodomor no fue una catástrofe natural ni un error de cálculo. Fue una decisión política, una estrategia de control, una forma de violencia institucionalizada.
Stalin pretendía transformar la sociedad soviética desde sus cimientos y no dudó en sacrificar vidas humanas. Lo que consiguió fue un Estado más centralizado, una economía más rígida y una población aterrorizada. Pero también dejó una gran herida en la historia de Ucrania, una herida que sigue abierta.
Recordar lo que Stalin pretendía y lo que logró no es solo un ejercicio histórico. Es un acto de justicia. Porque entender el Holodomor es comprender cómo el poder puede convertir el hambre en arma y cómo la ideología puede justificar el sufrimiento. Y sobre todo, es una advertencia: ningún proyecto político, por ambicioso que sea, puede construirse sobre los cadáveres de su pueblo.