Hay palabras que parecen haber sido diseñadas para describir, con precisión, sensaciones que todos conocemos, pero que rara vez nombramos.
Enaguachar es una de ellas y esa es la razón por la que nos proponemos rescatar a este término del olvido y del desuso.
Aunque hoy apenas se escucha, este verbo encierra una riqueza expresiva que merece ser recuperada. Su sonoridad, su carga visual y su capacidad para recordar lo húmedo, lo empapado, lo deslucido, lo que ha perdido su esencia por exceso de agua, hacen de enaguachar una perla léxica que pide volver a la vida cotidiana.
Enaguachar. Etimología y significado
Proviene del sustantivo agua, con el prefijo en- que indica acción o efecto y el sufijo -char, frecuente en verbos relacionados con procesos físicos o sensoriales (manchar, empachar, apachurrar). El verbo significa empapar algo en agua hasta que se ablanda o pierde consistencia. También puede referirse a diluir o deslucir algo por exceso de líquido, como una salsa que ha perdido su sabor por estar demasiado aguada. En otra acepción, recogida por la RAE, enaguachar también significa causar en el estómago estorbo y pesadez, como consecuencia de beber mucho o comer mucha fruta.
Asimismo, se usa de forma figurada para hablar de ideas, emociones o situaciones que se han vuelto blandas, sin fuerza, por exceso de sentimentalismo o falta de firmeza.
Usos
En España, enaguachar tuvo presencia sobre todo en el ámbito rural y doméstico, vinculado a tareas culinarias o agrícolas. Se decía que un guiso estaba enaguachado cuando había perdido su cuerpo o que la tierra estaba enaguachada tras una lluvia excesiva. En algunas regiones, también se aplicaba a la ropa empapada o a los pies mojados tras caminar por charcos.
El término sobrevivió en Hispanoamérica con matices locales. En países como México, Colombia o Venezuela, enaguachar se usa para describir el efecto del agua sobre alimentos, terrenos o incluso estados de ánimo. En Guatemala, por ejemplo, se habla de enaguachar como sinónimo de empaparse o mojarse completamente, mientras que en Cuba puede tener connotaciones más metafóricas, como ablandarse emocionalmente.
Curiosidades
Lo curioso de enaguachar es que, pese a su aparente especificidad, se adapta con facilidad a distintos contextos. Puede aplicarse a una sopa, a una conversación, a una tarde lluviosa o a una actitud. Su versatilidad es tal que incluso ha aparecido en textos literarios y canciones populares, aunque siempre como palabra periférica, casi secreta.
Además, su sonoridad —ese juego entre agua y char— le da un carácter casi onomatopéyico, como si al pronunciarla uno pudiera sentir el chapoteo de lo que describe.
Enaguachar. Ventajas del rescate
Si enaguachar volviera al uso habitual, ganaríamos una herramienta expresiva enérgica. En tiempos donde el lenguaje tiende a la simplificación, rescatar términos como este nos permite afinar lo que decimos, recuperar matices, enriquecer la conversación. Enaguachar no solo describe una acción física; también puede servir para hablar de lo que se diluye, lo que pierde fuerza, lo que se empapa de más y deja de ser lo que era.
Volver a usar enaguachar sería como abrir una ventana a la lluvia del lenguaje, permitir que las palabras se mojen, se ablanden, se transformen. Y, sobre todo, sería un homenaje a la capacidad del español para nombrar lo cotidiano con belleza y precisión.