Alfeñique es una palabra que ha caído en desuso, aunque sigue presente en algunas tradiciones populares. Designa tanto un tipo de dulce como, en sentido figurado, a una persona débil o frágil. Este artículo revisa su origen, significados, usos y razones por las que queremos rescatar del olvido a este término.
Alfeñique. Etimología
Tiene un recorrido tan dulce como su sabor. Proviene del sánscrito phaṇita, que alude al concentrado de guarapo y fue adoptada por el persa como pānīd. De ahí pasó al árabe clásico fānīd y luego al árabe hispánico al-fānid, antes de asentarse en el castellano como alfeñique. A lo largo de los siglos, el término ha conservado su vínculo con el azúcar, la fragilidad y la delicadeza.
Significados
En su sentido más literal, el alfeñique es una pasta de azúcar cocida y estirada en barras delgadas y retorcidas.
Pero el idioma, siempre generoso, le ha otorgado otros matices. En el habla popular, se usa para describir a una persona de complexión débil o frágil, alguien que parece quebrarse con el viento.
En registros más antiguos, también se empleaba para referirse a una compostura excesiva, casi afectada. Incluso en algunas regiones de Andalucía, se llama alfeñique a la valeriana, planta conocida por sus propiedades calmantes. Así, el término se mueve entre lo físico, lo estético y lo botánico.
Usos culturales y gastronómicos
El alfeñique no es solo un dulce, sino una expresión artística y cultural. En México, por ejemplo, se elaboran figuras de calaveras, frutas y animales con alfeñique para celebrar el Día de Muertos. En Colombia, el Festival de Macetas convierte estos dulces en regalos simbólicos entre padrinos y ahijados. En Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina hay versiones regionales que incorporan melaza, maní o anís, manteniendo viva la tradición con ingredientes locales. En España, su origen se remonta a Al-Ándalus, donde se usaba incluso como remedio para la tos. El alfeñique, en todas sus formas, ha sido vehículo de afecto y creatividad.
Curiosidades
Más allá de su sabor, el alfeñique encierra historias sorprendentes. En Toluca, se exhibe el alfeñique más grande del mundo durante su feria anual. Su elaboración, especialmente en Guanajuato y el Estado de México, puede requerir meses de trabajo artesanal. En el arte y la moda, el término ha sido símbolo de fragilidad estética y belleza efímera. Incluso en la literatura, aparece como metáfora de lo delicado, lo quebradizo, lo exquisito.
Alfeñique ¿Por qué rescatarlo?
Hoy corre el riesgo de caer en desuso. Las nuevas generaciones lo desconocen y su uso se limita a ámbitos muy concretos. Pero rescatarlo no es solo cuestión de nostalgia. Es reconectar con una tradición que une lo árabe, lo indígena y lo español. Es revalorizar la fragilidad como algo bello y digno. Y, claro, es saborear la historia. En tiempos donde todo parece exigir fortaleza y dureza, el alfeñique nos recuerda que lo frágil también tiene su lugar.
Volver a usar alfeñique es reivindicar la dulzura en un mundo que a veces olvida el valor de lo delicado. Así que, la próxima vez que vea a alguien con una belleza sutil, con una sensibilidad que no se impone pero se siente, no dude en decirlo: parece un alfeñique. Y que eso sea un elogio.