En un rincón del idioma español, donde las palabras olvidadas aguardan como fósiles de pensamiento, se encuentra nihilidad. No es una palabra que se pronuncie en sobremesas ni que aparezca en titulares, pero su carga conceptual es tan grande que parece contener el universo entero… o su ausencia.
Nihilidad nombra lo innombrable: la condición de no ser, el vacío absoluto, la negación radical de la existencia. En tiempos donde todo se mide, se produce y se exhibe, rescatar esta palabra es como abrir una grieta en la superficie del lenguaje para asomarse al abismo.
Nihilidad. Etimología
Proviene del latín nihil, que significa nada. Esta raíz da lugar a términos como nihilismo, aniquilación o nihil obstat. El sufijo -idad le confiere el carácter de cualidad o estado, como en realidad o posibilidad.
Así, nihilidad es la cualidad de la nada, el estado de no ser. El término ha sido utilizado en textos filosóficos, teológicos y literarios desde hace siglos, especialmente como traducción del término inglés nihility o del alemán Nichtigkeit.
Significados: más allá del vacío
La nihilidad no es simplemente la ausencia de cosas. Es la ausencia de ser.
En filosofía, especialmente en la tradición existencialista, se ha concebido como el fondo sobre el que emerge la conciencia. Para Heidegger, por ejemplo, el ser humano se define por su relación con la nada. Sartre, por su parte, ve en la nihilidad la fuente de la libertad: al no estar determinados por una esencia, los humanos pueden inventarse a sí mismos.
Teológicamente, la nihilidad aparece como el estado anterior a la creación, el antes del fiat lux.
En literatura, es el telón de fondo de la desesperación, el sinsentido o la revelación mística.
Usos
Aunque rara, nihilidad ha sido empleada por escritores y pensadores que necesitaban nombrar lo innombrable. El filósofo español Xavier Zubiri la utiliza en sus reflexiones sobre la nada y el ser. En poesía, aparece como imagen del vacío existencial o del silencio absoluto. También se encuentra en traducciones de textos filosóficos del inglés, donde nihility es más común.
En el lenguaje cotidiano, sin embargo, ha sido desplazada por términos como nada, vacío o ausencia, que no alcanzan su profundidad conceptual.
Curiosidades
Una curiosidad extraordinaria es que nihilidad no tiene antónimo exacto. ¿Cuál sería la palabra que nombra la plenitud absoluta del ser? Totalidad, quizás, pero no con la misma carga ontológica.
Otra rareza: aunque figura en el diccionario oficial, su presencia en el habla cotidiana es prácticamente nula. Es una palabra que parece existir en estado latente, como si aguardara en los márgenes del idioma a ser convocada por la filosofía, la poesía o el pensamiento profundo. Su uso se concentra en textos especializados, diccionarios filosóficos y corpus literarios que se atreven a nombrar lo que normalmente se elude: el vacío esencial.
En español, su rareza la convierte en una palabra casi secreta, como una contraseña para acceder a ciertos niveles del pensamiento.
Nihilidad. ¿Por qué rescatarla?
Para devolver al idioma una herramienta para pensar lo impensable. En una época saturada de información, donde todo parece tener un nombre, esta palabra nos recuerda que también existe lo innombrable, lo que escapa al ser, lo que se disuelve en el silencio.
Es una palabra que incomoda, que desafía, que abre preguntas en lugar de cerrarlas. Y por eso merece volver. Porque el lenguaje no solo sirve para describir el mundo, sino también para enfrentarse a su misterio. Porque sin palabras como nihilidad, el pensamiento se empobrece. Y porque, al nombrar la nada, afirmamos que incluso el vacío tiene su lugar en la memoria del idioma.