Una pensadora española cuya obra encarna la polimatía femenina: filosofía, poesía, política y mística entrelazadas en una escritura fronteriza.
María Zambrano. Una voz singular
María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904 – Madrid, 1991) fue una pensadora que desafió los límites de la filosofía académica y la literatura convencional.
Su obra, marcada por el exilio, la introspección y la fidelidad a una tradición hispánica profunda, constituye una de las aportaciones más singulares al pensamiento del siglo XX. Discípula de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri, Zambrano no se limitó a continuar sus enseñanzas: las transformó desde una sensibilidad radicalmente distinta, más lírica, más ética, más abierta al misterio.
Su vida estuvo atravesada por la historia convulsa de España: la II República, la Guerra Civil, el exilio en Francia, México, Cuba, Puerto Rico, Italia… Cada etapa fue también una estación de pensamiento. En lugar de encerrarse en sistemas filosóficos, Zambrano cultivó una escritura que dialoga con la mística, la poesía, la política y la metafísica.
Su estilo, calificado de hermético, es en realidad una forma de resistencia contra la simplificación y el dogma.
Actividades intelectuales y vitales
Fue filósofa, sí, pero también poeta, ensayista, traductora, crítica cultural y profesora. Su pensamiento se plasmó en obras como Filosofía y poesía, El hombre y lo divino, Claros del bosque o La confesión. Género literario y método. En ellas, la filosofía no se presenta como sistema, sino como búsqueda, como apertura, como revelación. Su concepto de razón poética es central: una forma de conocimiento que no excluye la emoción, el símbolo ni la intuición y que se opone a la razón instrumental dominante en la modernidad.
Además de escribir, Zambrano enseñó en universidades, participó en revistas culturales, tradujo textos filosóficos y mantuvo correspondencia con pensadores como Paul Ricoeur, Emmanuel Mounier y Octavio Paz. Su actividad intelectual fue siempre inseparable de su compromiso ético: defendió la dignidad del exiliado, la memoria de los vencidos y la necesidad de una política fundada en la compasión.
María Zambrano. Polimatía como resistencia
Es considerada polímata no por acumular saberes, sino por integrarlos en una visión del mundo plural, profunda y coherente. Su pensamiento abarca filosofía, literatura, política, historia, teología, estética y antropología, pero no como compartimentos estancos, sino como voces que dialogan en una misma partitura. En ella conviven Séneca y San Juan de la Cruz, Nietzsche y Cervantes, Platón y Antonio Machado.
Su escritura es también una forma de conocimiento: cada frase está trabajada como si fuera un verso, cada concepto se abre a resonancias simbólicas. Zambrano no escribe para demostrar, sino para revelar. Su estilo fragmentario, meditativo, a veces oracular, responde a una concepción del pensamiento como experiencia interior.
La polimatía de Zambrano no es enciclopédica, sino orgánica. No busca abarcarlo todo, sino comprender lo esencial desde múltiples ángulos. Su obra es una constelación de saberes que se iluminan mutuamente y que desafían la compartimentación académica.
Zambrano hoy
Reconocida tardíamente en España —recibió el Premio Príncipe de Asturias en 1981 y el Cervantes en 1988—, María Zambrano es hoy una figura imprescindible para entender la filosofía hispánica, la literatura del exilio y la ética de la memoria. Su influencia se extiende a pensadores, poetas y artistas que encuentran en su obra una fuente de inspiración y una guía para resistir la banalidad.
Zambrano nos recuerda que pensar es también sentir, que conocer es también recordar, que escribir es también escuchar. Su polimatía no es acumulación, sino armonía. Y su voz, lejos de apagarse, sigue resonando en quienes buscan una razón que no excluya la poesía.
NOTA. La imagen que nos acompaña procede de la web de la diócesis de Málaga.